Doña Sofía

Besamanos exprés

La Razón
La RazónLa Razón

Atípica recepción del Día de la Fiesta Nacional, que en esta ocasión se celebró en el Salón de Columnas del Palacio Real en vez de en el Salón del Trono, debido a las dificultades de movilidad de Su Majestad el Rey, aquejado de una lesión de tobillo y tendones que marcó un acto con menos protocolo que de costumbre. El besamanos fue «expres», sólo para el Gobierno y los cargos principales, y Don Juan Carlos departió con los invitados apenas durante cuarenta minutos, cuando otros años lo hacía un mínimo de cien. Pero el monarca estaba bien. Pese a la torcedura, no paró de saludar y comentar que su recuperación es pesada pero avanza, aunque la de ayer fue una jornada dura en su estado: hora y media de desfile y una más de recepción. La Reina le ayudó con un sinfín de saludos. Todo el mundo quería hablar con Doña Sofía, y ella lo hizo a fondo sobre Haití, país que le preocupa, y para el que atisba una recuperación creciente. Tanto o más saludó Doña Elena. Los rigores horarios de un vuelo a Washington obligaron a Doña Cristina, junto a su inseparable Iñaki Urdangarín, a dejar la recepción poco después de que lo hiciera el Monarca, y casi al mismo tiempo que la Princesa Letizia. Don Felipe destacó por su corrección y simpatía, como siempre.

En el ámbito político, brilló menos que otras veces Zapatero, que no quiso hacer corrillos.
Acompañado siempre de Sonsoles, estuvo algo fugaz. Más generoso en comentarios se mostró Rubalcaba, aunque nadie le pudo sacar el motivo de su charla de quince minutos con Rajoy antes del desfile militar. Tampoco lo reveló el gallego, que insinuó una conversación de fútbol a propósito de los avatares del Madrid. Siempre caballero, el presidente del PP dice que no tiene por costumbre comentar las conversaciones privadas. Rajoy habló un buen rato con Susanna Griso y reconoció que le había impresionado mucho la información de LA RAZÓN sobre la declaración del testigo protegido del «caso Faisán», que deja a los pies de los caballos a Rubalcaba. El testigo reconoce que el ex vicepresidente, al que los etarras llaman cariñosamente «Gorburu», es el auténtico «jefe de la negociación», y que el huido Ternera se reunió 66 veces con Eguiguren y demás portavoces, hablando siempre en euskera y con presencia de traductor.

Resultó algo decepcionante la ausencia del ministro Blanco. Todo el mundo preguntaba por él, y nadie pudo preguntarle por los avatares de su querella con el empresario Dorribo. Más visible estuvieron las ministras, particularmente Chacón, impecable y rodeada de militares, y la espectacular Cristina Garmendia. Elena Salgado, de verde integral, tuvo que esmerarse en explicar las meteduras de pata de Durao Barroso.

Algunos empresarios brillaron sobre los demás en el universo de invitados, en especial Borja Prado, presidente de Endesa, y Jose Manuel Entrecanales, máximo responsable de Acciona. Y entre los periodistas, el distinguido director general de Telemadrid, José Antonio Sánchez, y el acreditado presidente de Onda Cero, Javier González Ferrari, de quien dice Fernando Jáuregui que Zapatero dijo: «Es el periodista más inteligente de España». Tiene razón.