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Enamorados por Cristina López Schlichting

La Razón
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La fotito que difundía ayer La Razón se las traía. Él, en chándal y bufanda. Él otro, sin corbata y con una sonrisa rala de enamorado. Los dos de la manita. El dictador Fidel Castro y el de Irán, Mahmud Ahmadineyad, sellaban su amor en La Habana. Nada nuevo bajo el sol. La Alianza de Civilizaciones de nuestro ínclito prócer Zapatero ya nos trajo a España a todos éstos. Han sido años de aguantar los «simpa» de Evo Morales –que inauguraba sus campañas electorales en España–, coqueteos con los ayatolás, acercamientos a los sectores turcos más duros. Era difícil atisbar un nexo entre los integristas musulmanes y los «bolivarianismos», pero existían y existen. Fidel Castro y el Ché no eran obreros desarrapados. Ambos provenían de familias burguesas, de la misma manera que la revolución iraní se gestó entre los comerciantes del zoco de Teherán. El enriquecimiento de las cúpulas corruptas llevó a las clases medias a financiar los extremismos revolucionarios, tanto en Cuba como en Irán. Por eso las corbatas han sido barridas de La Habana y de Teherán, como símbolo del rechazo al capitalismo internacional. Al cabo, en ambos extremos del mundo, hay élites de nueva creación que cimentan estados totalitarios que coartan las libertades individuales con una desfachatez repugnante. No es casualidad que tanto el castrismo como los ayatolás persigan la homosexualidad, coarten las manifestaciones e instiguen la delación moral del vecino. En uno de los parques de la capital de Teherán me detuvieron en los noventa por pasear con un guía masculino. La Policía comprobó que no éramos esposos y nos redujo por guarros. El pobre iraní, profesor de la universidad, balbucía excusas en inglés y me miraba sin saber dónde meterse, completamente avergonzado de su país. Curiosamente, estos regímenes totalitarios comparten una enorme capacidad propagandística. Con el leitmotiv del enfrentamiento a los Estados Unidos, difunden un supuesto amor a las materias primas locales, odio a las multinacionales y una denuncia constante de los intereses industriales y militares de Washington. Para pasmo de quien esto suscribe, las líneas de comunicación del 15M están completamente trufadas de discursos de Chávez e informaciones de los medios gubernamentales venezolanos, que se repican por la red y son consumidas con deleite por los adolescentes españoles. Ya sé, ya sé, que las enemistades comunes hacen extraños compañeros de camino, y que Ahmadineyad anda buscando en Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador una forma de eludir el embargo petrolífero y un suministro de uranio de la Guayana venezolana. Al final, lo que une a Irán con cierta Sudamérica es lo mismo que unía a la Unión Soviética con Cuba, o a China con Albania. Pero aun así existen coincidencias aterradoras entre quienes han descubierto el bien obligatorio y exigen a las masas que lo acaten sin rechistar ni participar.