Bruselas
La culpa es de «Madrit»
Fue anunciarse el cierre de Spanair –Spanoir como la llamaban los castizos– y, de manera inmediata, se han ido sumando las voces que, en lugar de asumir sus responsabilidades, han decidido encontrar un chivo expiatorio del desastre. Como no podía ser menos tratándose de nacionalistas catalanes, el culpable tenía que ser «Madrit». De acuerdo con su delirante visión de la realidad, Spanair se iba a convertir en una compañía de primer orden, pero «Madrit», que no hubiera podido soportar semejante gloria de Cataluña, ha revuelto todo lo que se pueda revolver en Bruselas para que la Unión Europea haya dicho al Gobierno catalán que le está vedado seguir poniendo millones de euros en Spanair. Para consumo de fanáticos con barretina no digo yo que la historia no tenga su aquel, pero cuenta con un gran problema, el de no parecerse lo más mínimo a la realidad. Spanair, como tantas empresas costosísimas emprendidas por el nacionalismo catalán, nunca tuvo pies ni cabeza. Implicaba querer crear una línea aérea para una zona de España que no la necesitaba porque estaba más que servida y poner en funcionamiento unos vuelos que no utilizaba casi nadie. Si la idea hubiera surgido en una empresa privada obligada a competir, Spanair nunca hubiera despegado. Pero, en realidad, seguía la máxima de «usted gaste que ya pagará el contribuyente» y, de la manera más irresponsable, el Gobierno catalán siguió despilfarrando el dinero de todos en una entelequia inviable, pero costosísima. Lo hizo hasta que los suecos que tenían una parte del accionariado dijeron que podían ser escandinavos, pero no idiotas, y que no estaban dispuestos a seguir perdiendo dinero y, sobre todo, hasta que la Unión Europea señaló que la línea roja de las subvenciones había sido sobrepasada. En otras palabras, que el Gobierno catalán no podía dar un céntimo más a Spanair por la sencilla razón de que chocaba con la normativa europea de defensa de la competencia. Otro costoso delirio acabado por inasumible presupuesto y, sobre todo, por su ilegalidad. Ante ese panorama alguien podría haber razonado que todas las Spanairs que hemos padecido durante estos años y que han convertido a España en un Spanoir de la inversión internacional son un disparate cuya responsabilidad directa recae sobre los políticos que quisieron un aeropuerto en Ciudad Real, o una catedral del circo en Alcorcón o unas Vegas en los Monegros; que nadie ha puesto freno a tamañas locuras hasta que la nación se ha visto al borde de la suspensión de pagos y que debemos dar gracias a Dios porque Bruselas ha terminado por detener lo que aquí nunca se paraba por miedo a ser tachado de centralista. No. Pese a quien pese, la culpa de que Spanair haya sido un fiasco espectacular y de que dos mil personas vayan a irse a la calle no es de «Madrit» sino del megalómano nacionalismo catalán.
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