Salud

Deprimidos por culpa de la crisis

José tiene 26 años y es un prototipo de víctima de la crisis. Hace dos, con sólo 24, disfrutaba de un buen puesto de trabajo como comercial de grandes cuentas. Tenía «coche y móvil de empresa». Cuando la situación económica comenzó a hacer estragos «mi departamento fue el primero que tocaron, porque era el de expansión, y me fui al paro».

Gloria García aún tiene trabajo, pero asegura que «las condiciones no son las que eran, y el trato de las empresas tampoco. Eso ha afectado a mi economía, pero también me ha provocado ansiedad, angustia y problemas de sueño.
Gloria García aún tiene trabajo, pero asegura que «las condiciones no son las que eran, y el trato de las empresas tampoco. Eso ha afectado a mi economía, pero también me ha provocado ansiedad, angustia y problemas de sueño.larazon

MADRID- Desde entonces, José ha atravesado un periplo laboral y vital que le ha pasado factura psicológica. «Comencé a ver lo que eran trabajos basura, de algunos sigo esperando a que me paguen. Vivía solo y tuve que volver con mis padres. Probé suerte en el extranjero, pero tampoco resultó. Mi relación de pareja se fue al traste y me empecé a sentir antisocial», cuenta. Llegó un momento en que «mi estado de ánimo cambió, perdí el apetito y después tuve ansiedad y me dio por comer de forma compulsiva. Tuve que tomar pastillas para dormir».

Este joven es uno de los participantes en un estudio elaborado por el psicólogo Isidro Pérez Hidalgo, director del gabinete CHC psicólogos y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. La encuesta, elaborada entre pacientes que acudían a la consulta, por ejemplo, en busca de ayuda para dejar de fumar, revela que, desde 2008, la crisis ha pasado factura a la salud mental de los españoles. En concreto, un 82,3 por ciento de los encuestados aseguran que sufren más molestias físicas que antes de la crisis. Casi seis de cada diez afirman que sus miedos han aumentado, y el mismo porcentaje se relaciona menos con sus amistades.
Para pasar el tiempo, y aprovechando el desempleo, José decidió trabajar como voluntario en Cruz Roja. «Tenía algún conocimiento de psicología, y entré en el área psicosocial», cuenta. Pero tampoco duró: «Veía personas que se habían intentado suicidar por haberse quedado sin trabajo y no sabía qué decirles...»

Dificultades de pareja
Además, la situación económica también se ha convertido en un problema de pareja. Como en el caso de José, un 71 por ciento de los entrevistados admite que sus relaciones de pareja se han hecho más difíciles, y hasta un 76 por ciento asegura que su capacidad para disfrutar del sexo ha disminuido.

El autor del estudio, presentado ayer en Madrid, interpreta que «el estado de ánimo de los pacientes ha bajado». Además, en el informe añade que una parte importante de estos sujetos presentaban puntuaciones altas en depresión cuando se les aplicó el Inventario de Beck (un test para el diagnóstico de esta enfermedad).

En cuanto a los problemas sexuales, el informe señala que «una sexualidad satisfactoria requiere un equilibrio psicológico no menos satisfactorio. La ansiedad y la depresión interfieren con los elementos básicos de las diferentes fases del sexo».

No sólo la salud de los desempleados se ha resentido en los últimos tres años. Muchos de los participantes en la encuesta tienen trabajo y, sin embargo, refieren los mismos problemas de estrés, sociabilidad y sueño que quienes están en paro.

Es el caso de Gloria García. Esta secretaria de 56 años ha pasado por varios empleos desde 2008, pero asegura que «las condiciones de trabajo ya no son las que eran antes, ni tampoco el trato de las empresas, que es peor. El trabajo ahora es muy precario, y la nueva situación me ha afectado en mi economía, pero también me ha provocado ansiedad y angustia. Sobre todo, en el sueño, pues desde hace tres años tengo que tomar pastillas».

Gloria sabe que es afortunada por conservar su empleo, pero afirma que los despidos «te afectan si te echan, pero si te quedas también, porque afecta a tus compañeros, con los que has trabajado día a día. Tengo muchas familias conocidas que están mucho peor que yo».

Además, también se ha sentido menos sociable. «Muchas veces tengo menos ganas de hablar y de quedar con los amigos. ¿Para qué? ¿Para contarles mis penas?», se pregunta.
El estudio de Pérez Hidalgo se ha hecho con una muestra de unas 200 personas, por lo que algunos datos pueden resultar algo alarmistas, como que más de la mitad de los encuestados afirmen confiar menos en la gente, sentirse «excesivamente nerviosos» y que un 23,5 por ciento haya tenido que tomar psicofármacos por primera vez. Pero otros expertos corroboran el efecto adverso de la crisis en la salud mental. Julio Bobes, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo, asegura que «el número de enfermos mentales no ha aumentado. Lo que sí hemos confirmado es que hay más angustia, estrés, disconfort, dificultades del sueño y de todo tipo».