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El pesebre putativo

La Razón
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Tengo dudas sobre si lo más acertado no sería que en Andalucía todos fuésemos comisionistas. Andalucía al completo cobrando comisiones a todos y por todo. Pellizcos millonarios, mordidas escandalosas, y una Junta al final de la cadena pagando la factura con el dinero público. Podría ser un mundo feliz, honrado e intachable para algunos, al que sólo faltaría un apellido común como Chaves para ser un paraíso. Más o menos, una Sicilia pacífica y sin romper escaparates. Nada personal, sólo negocios.
El problema es que en Andalucía ni mucho menos somos una familia, que el que más y el que menos tiene parientes que lo pasan mal, que supera su día a día a cara de perro y que escuece ver la facilidad con la que algunos se hacen ricos por razones de parentesco. Como en el cuento de Orwell, poco a poco nos han estado diluyendo los prejuicios y eliminando las limitaciones morales por arriba para encontrarnos al final con ese único mandamiento que en la granja proclama que todos los animales son iguales pero algunos más que otros.
Entre todas las cosas que no podía ser el hijo de un presidente de Gobierno está lo de comisionista. Pero casualmente el hijo de Chaves lo era. Y casualmente no le dio por irse a Abu Dabi a traer petrodólares ni a Alemania a conseguir inversiones cobrando buenas comisiones por ello, sino que se quedó aquí, alrededor del padre y del pesebre putativo. Y no lo hizo porque obviamente sería ridículo hacerlo si sabía que aquí tenía garantizadas mayores ganancias. No es que sea estético o no estético, que ya está bien de la cantinela, es que o es ilegal o debería serlo porque, con el mismo derecho, todos los demás tenemos hijos o padres que merecen un futuro tan seguro como si su apellido fuera Chaves.
Demasiados años hemos aceptado este tipo de conductas, concediéndoles demasiada permisividad para terminar desembocando en una situación en la que hasta ellos creen, y sospecho que sinceramente, que nada tienen que ocultar. Tan acostumbrados están a ser más iguales que el resto que ni siquiera se plantean que cada vez que alguien conseguía una subvención en situación de ventaja, en otro lado alguien la perdía. Que cada vez que se obtenía una comisión por simpatía, en algún lugar otro la perdía por necesidad.
Chaves no ha matado a Manolete, como dice Zarrías, pero hay otras cosas que han ido muriendo como consecuencia de su política. Y en un mundo en el que sólo unos pocos eran los iguales, está claro que no las hemos matado los demás.