Pakistán

Mártires del siglo XXI

La Razón
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Los cristianos tienen la obligación de mostrarse tolerantes con los musulmanes, de entender –como no puede ser de otra forma– que tienen su propia religión y respetarla; de facilitarles lugares para el culto y aceptar sus hábitos bien diferentes. Porque en caso contrario, aquél que manifieste algún grado de incomprensión, por mínimo que sea, será tildado con cualquier calificativo negativo y caerán sobre él sus gobernantes, sus vecinos y sus compañeros de trabajo. Y es que aquí, entre nosotros, hay que ser ante todo políticamente correcto. En cambio, en cualquier país de mayoría musulmana, sus ciudadanos pueden adoptar una postura de intransigencia total hacia los símbolos cristianos y quienes los profesan sin consecuencia alguna. Y lo que es peor, alguien puede ser condenado a muerte por declararse cristiano; no es ciencia-ficción. Acaba de suceder con una mujer en Pakistán y excepto la Iglesia católica nadie se ha movilizado.
Ahora, en el sur de Egipto impiden la construcción de una Iglesia y probablemente, poco a poco se irá extendiendo la caza del cristiano, mientras exigen mutismo ante sus tropelías. Resulta inimaginable que en España o en cualquier otro país de la UE se prohibiera la práctica del culto musulmán, se cerraran las mezquitas o se expulsara a los imanes. Ningún país lo hará, pero sólo por ejercitar la imaginación no resultaría difícil colegir el revuelo en el que se implicarían organismos internacionales para cortar la demasía.