Copa Confederaciones

Caín con la selección

La Razón
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Al principio del Mundial sospechábamos que, mirando con lupa, la aparente unidad patria en torno a la selección quedaba en poco. Ahora, hasta los miopes de lente gorda pueden ver fácilmente que la cosa está fragmentada. La afición se divide entre los de Luis y los de Del Bosque, los de Torres y los de Llorente, los de Xabi y los de Busquets, los disfrazados de torero y los disfrazados de guardia civil, los de camiseta apretada frente a los de camiseta sueltecita –en este caso, con muchos más partidarios de la segunda que de la primera, para desgracia de la casa Biomanán–. Mientras en otros países una percibe un todos a una, aquí subyacen las rivalidades Barça-Madrid-Atleti-Sevilla... Mientras en otras selecciones una tiene la sensación de que los jugadores perciben apoyo y cariño si las cosas no van bien, aquí parece que perciben miradas inquisitoriales prestas a magnificar errores. Si Casillas duda, no hay palabras de ánimo; si Torres no arrasa, no hay piedad. Entre esta turbamulta, pocos parecen reparar en que es justo des-de la selección desde donde llegan los mensajes más sensatos. Llorente y Villa alaban a su compañero en horas bajas, Casillas dice que el ex seleccionador se ha ganado los galones de decir lo que le dé la gana y Luis, que ya no está pero como si estuviera, sigue diciendo lo que muchos pensamos, pero calibra las formas. Para remate Del Bosque, siempre sensato, defiende a los jugadores cuestionados, alaba a los rivales y, como quien no quiere la cosa, ya ha hecho que todos los futbolistas salvo porteros y lesionados jueguen un rato y se sientan importantes. Mientras un puñado de veinteañeros dan lecciones, aquí a la gresca, que es lo nuestro. ¡Caín, selección!