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Conde en cómic

La Razón
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Ahora que se han puesto de moda los «biopics», yo estoy convencido de que Mario Conde piensa que la suya es una vida de película, o al menos de miniserie de dos episodios que debería ser exhibida en horario de máxima audiencia. Pero ahora leo que sólo ha tenido una oferta para plasmarla en tebeo de la mano de Hernán Migoya, un tipo curioso que ha hecho virtud de su mala fama como dibujante, cineasta y escritor «underground», transgresor y descarnado, cuya novela de mayor éxito, «Todas putas», tuvo su momento cumbre cuando una legión de feministas quiso medirle las costillas y sajarle las criadillas con un escándalo que llegó a los ministerios correspondientes.

Autobiografías y cartasParece que Conde al final se ha rajado, y nos tenemos que conformar con sus autobiografías y cartas de potente estilo carcelario, mientras recompone su figura con la cabellera que le queda tras haber echado pelillos a la mar. A estas alturas debe de estar concibiendo algún nuevo renacimiento como el superhéroe que se enfrentó al sistema de finanzas del Partido Socialista Banquero Español. Incluso es capaz de generar un videojuego de Supermario por laberintos de cajas, fusiones, celdas y barrotes hasta llegar al Vellocino de Oro, cuyo paradero, que toda Europa y el resto del mundo está buscando, puede que sólo sepa encontrar Nicolas Cage en una de sus películas de cazatesoros robándole el libro secreto de los presidentes al mismo Obama.Qué importa, si al final todo el mundo puede ser protagonista de un cómic, entre héroes y villanos. Del antes omnipotente Correa al aspirante a plenipotenciario Garzón, pasando por los mutantes del Gobierno o la oposición, para regocijo de aficionados y «freaks» del universo del tebeo. Pero, a la postre, para qué engañarnos, aquí quien quiera vender algo no tiene más narices que acabar metiendo a Belén Esteban de Wonder Woman o algo así. Y nos acaba quitando las ganas.