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Ante un futuro sin líderes definidos

Egipto se fue anoche a dormir embriagado de libertad, tras la ruidosa fiesta de celebración por la marcha de Hosni Mubarark. El país amanece hoy, en plena resaca, con las incertidumbres de un futuro político queestá por definir. ¿Qué viene después del «rais»?

Tras 18 días de protesta, los egipcios celebraron ayer su victoria en la Plaza Tahrir
Tras 18 días de protesta, los egipcios celebraron ayer su victoria en la Plaza Tahrirlarazon

El general Mohamed Hussein Tantawi, ministro de Defensa, se hará cargo de un Gobierno interino, controlado por la cúpula militar. Su misión, teóricamente, es tutelar reformas constituciones para abrir un proceso democrático real, con unas elecciones libres, en agenda para septiembre, que dejarían las riendas del país en manos de la soberanía popular.

También, se supone, se levantará el «estado de emergencia» vigente desde el asesinato de Anwar el Sadat, el antecesor de Mubarak, en 1981. Pero el escenario no está nada claro. Para empezar, queda por ver cómo van a reaccionar los diferentes grupos que han participado en las protestas, sobre todo los Hermanos Musulmanes, el mejor organizado y más reticular movimiento opositor, cuyo programa está basado en las enseñanzas del Corán.

Más allá del entusiasmo exhibido tras haber conseguido tumbar al dictador, algunas voces ya anotaban, a pie de página, que no les basta con deshacerse del símbolo del sistema, sino que quieren ir más allá.

Desde que se logró la independencia, los cimientos del estado egipcio han estado apuntalados sobre el poder militar, encarnado en cuatro presidentes, todos ellos procedentes de las filas Ejército. Una realidad que tampoco han cambiado estas revueltas populares. Así, quienes hacen un esfuerzo por no dejarse llevar por la emoción del un momento histórico, anotan que esta revuelta popular no es ni mucho menos una revolución completa: no se ha subvertido el orden establecido, aunque se ha abierto una senda clara para la transición.

Será difícil, eso es cierto, que la plaza Tahrir continúe la lucha conla tensión y el entusiasmo de las protestas a partir de mañana. Conenormes sacrificios, una importante dosis de valentía y cerca de 300 muertos en el camino, los manifestantes han logrado cosas que eran impensables hace tan sólo tres semanas. Anoche, agotados, muchos de quienes han hecho posible el cambio, empezaron a abandonar la plaza. «El general Tantawi es un hombre de Mubarak y un hombre del Ejército»,matizaban con recelo varios activitas consultados por LA RAZÓN. La propia diplomacia estadounidense, según cables de Wikileaks,expresaba sus reservas, aunque también algunas certezas que dan a Washington tranquilidad. Tantawi, que se ha mantenido en contacto telefónico con el Pentágono durante toda la crisis, parece ser un hombre de confianza, comprometido con lo más importante para la Casa Blanca: mantener el apoyo de Egipto en Oriente Medio para evitar otra guerra con Israel. Y eso a pesar de que el general, de 75 años, es un veterano en las guerras contra el «enemigo sionista»: ha combatido en las tres que ha librado su país. Pero, al mismo tiempo, EE UU recuerdaque el hombre que dirigirá la transición se ha mostrado en el pasado «reacio a las reformas políticas y económicas».

Washington seguirá, previsiblemente, manteniendo con él una influencia decisiva sobre Egipto, apuntalada por los cerca de mil millones de dólares anuales de ayuda militar. Aunque quizá Tantawi no sea tan maleable como Mubarak. Al parecer, ya en 2008 el general opuso resistencia a colaborar con la «guerra contra el terrorismo» lanzada por Bush. La otra gran incógnita por resolver es cómo se organizará una oposición desestructurada después de 30 años de régimen. Más allá delos Hermanos Musulmanes, no hay cabezas visibles. Mohamed El Baradei, es el típico profeta sin prédica en su tierra: un producto del paternalismo occidental. Y poco más. Mubarak se marcha, pero pocos saben qué está por llegar. El Ejército, aunque despierte recelos, parece la única institución que puede evitar el caos.