Crítica de libros

Política rosa

La Razón
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La novela «rosa», según la RAE, narra las vicisitudes de dos enamorados cuyo amor triunfa frente a la adversidad. Su esquema narrativo es sencillo; su estilo, efectista; el final, siempre feliz, incluso empalagoso. La novela rosa usa literariamente ese «niceism», o amabilidad política almibarada, de que hablaba Pascal Bruckner. O, mejor dicho: la política empieza a utilizar cada día más a menudo los recursos del efectismo sentimental para provocar la simpatía del votante. Conmover y subyugar al espectador para que acuda a la urna con el preciado voto es el objetivo. Mientras se nos aborda con discursos de apariencia noble, que apelan a los lazos de sangre y parentesco (memoria, justicia retrospectiva a la historia), a la sentimentalidad solidaria («luchamos por salvar el mundo, combatimos universalmente la tiranía»), a la inagotable probidad del Estado como nave nodriza, eterna proveedora de recursos gratis y sin límite («mantendremos el Estado de Bienestar, nuestros contrincantes no»)…, mientras nos bombardean con palabras que debilitan nuestra voluntad y nuestro estómago, la arenga política nos cuela de rondón sus intereses concretos.
Decía el profesor Alejandro Nieto que la corrupción nunca podrá ser erradicada del todo, que existe incluso en las sociedades más organizadas y honestas de la misma manera que en el cuerpo más sano viven toda clase de virus malignos que no llegan a perjudicar la salud. El problema empieza cuando el número de bacterias infecciosas aumenta y supera un umbral en que puede crear metástasis. Vivimos ultra-comunicados, interconectados. En nuestros días, mucha corrupción que hace años se mantenía tapada en una España temerosa de sí misma, acaba por salir a la luz. La grave recesión que vivimos unida a la radiografía pornográfica del mundo político que recibimos a través de los medios, asquea a la gente, que está perdiendo la fe en las instituciones. Y eso es peligroso: el caldo de cultivo perfecto para movimientos totalitarios y extremistas. Cuanto más sabemos de la política, más nos alejamos de ella. Lo que propicia unos discursos utópicos, rosas, redentores, volitivos, meramente especulativos, por parte de los políticos y… de los propios votantes.
Muchos ciudadanos encontrarán refugio a su frustración en la proclama imposible de partidos convencionales que prometen un mundo adecuado a nuestros delirantes deseos. O en las filas del 15-M. O de Amaiur.
Política rosa. Pero, al contrario de lo que ocurre en la novela rosa, en política no abundan los finales felices.