Crisis del PSOE
Guerra civil en el PSOE
La digestión de una derrota electoral como la del 22 de mayo nunca es sencilla ni rápida. Las complicaciones pueden ser tantas que conduzcan a un desenlace fatal, a una crisis de liderazgo y de proyecto que desemboque en una contienda fratricida por el poder de la que cuesta recuperarse varios procesos electorales. El partido de la democracia interna, de las elecciones primarias, se enfrenta estos días a sus fantasmas familiares, porque el PSOE no se ha especializado precisamente en tránsitos maduros y templados entre liderazgos. Hoy, la organización se encuentra atascada, perdida en disputas y sumida en un enredo de empujones y zancadillas para tomar posiciones ante la lucha por el poder que recorre sus pasillos y estancias. Cuando Zapatero anunció su retirada trazó una hoja de ruta que ha sido arrollada por la contundencia de los acontecimientos. Apenas tres días después de que el PSOE perdiera prácticamente todo su poder autonómico y la mayoría del local, el partido aparece fraccionado al menos en dos bloques: los que apuestan por las primarias y el guión establecido por la dirección federal, y aquellos que prefieren un congreso extraordinario para acabar con la era Zapatero y elegir al nuevo líder y candidato a la presidencia del Gobierno en 2012. Patxi López ha puesto cara y voz a los barones que apuestan por el cónclave extraordinario y por pasar la página del zapaterismo con rapidez. No parece que vaya a prosperar la tesis del congreso, que sería una auténtica moción de censura interna al secretario general, pero su sola formulación indica el grado de división y despiste que reina. En esa pugna, en la que el vicepresidente parece contar con un respaldo mayoritario incluso para salir ungido en el próximo comité federal como candidato, Zapatero irrumpió ayer en favor de las primarias y ha emplazado a los barones territoriales a una reunión el viernes para evitar sospresas. En el fondo, la cuestión reside en que Rubalcaba no parece dispuesto a participar en un concurso de méritos con Chacón, pues ni su currículum ni su paciencia se lo permiten. No será fácil que el proceso sea incruento y que no deje cicatrices; ni siquiera que no se cierre en falso o que una tercera opción irrumpa por sorpresa, como Zapatero en su día. Porque no se puede pasar por alto que los aspirantes a la sucesión son copartícipes de una política censurada por los ciudadanos y representan un pasado que los españoles quieren dejar atrás. Demasiadas aristas e incertidumbres. Y mientras el PSOE se desgasta en luchas internas, ¿quién presta atención a los problemas reales de los españoles? Ayer, los socialistas debatían entre congreso y primarias al mismo tiempo que la OCDE empeoraba sus previsiones para España en crecimiento y desempleo y la prima de riesgo estaba en los 250 puntos básicos. El país necesita que se culmine el proceso de reformas y ajustes para dinamizar la recuperación económica, y está demostrado que los dirigentes socialistas, enzarzados en poner orden en su casa, no están en condiciones de acometer esa exigente tarea . Sólo el PP, claro vencedor del 22-M, está capacitado y legitimado para ello.
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