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Carmen Roche: «La fama sin sudor suele ser efímera»
Profesión: bailarina y maestra. Nació: en 1948, en Zaragoza. Por qué está aquí: su Escuela de Artes Escénicas (Scaena) cumple 25 años. Es maestra de maestros.
–25 años enseñando a bailar. ¿Cómo enseña?
–Con generosidad, sin guardarme nada.
–¿Ha tenido que decir muchas veces «lo tuyo no es el baile, hijo»?
–Pocas. La vida me enseñado que muchos que no bailan bien pueden ser buenos coreógrafos o pedagogos.
– «Mira quién baila»: ¿los realitys de la tele forjan vocaciones o...?
–Crean falsas expectativas. Hacen creer que el éxito llega fácilmente.
– «Queréis fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor», decía la profesora de «Fama».
–Yo les digo a mis alumnos: «Como no trabajéis, os mato».
–Hoy, la mayoría quiere fama sin sudor.
–Sí, y se llevan unos chascos... Las famas sin sudor suelen ser efímeras.
–¿Cómo sabe cuando un alumno tiene algo especial?
–Por la mirada; tiene que tener una mirada inquietante, con fuerza, no la mirada de una vaca.
–La vio en Antonio Canales y acertó.
–Sí. Estaba en un cursillo que di en Sevilla. Me hubiera gustado que luego llevara una vida más ordenada.
–Usted bailó con Antonio El Bailarín. Dice de él que más que un artista era un genio. ¿Cuál es la diferencia?
–Del artista dices: qué bien, qué bonito. El genio te levanta de la butaca.
–¿Quiénes le han levantado a usted de la butaca?
–Antonio, Bejart, Nureyev, Baryshnikov...Últimamente, Alina Cojocaru, del Royal Ballet, y Rocío Martín.
–¿Su momento de gloria inolvidable?
–Cuando el público de la Scala de Milán se puso de pie gritando «¡Carmen, Carmen!»
–España es poco generosa en el aplauso...
–Sí. Este país te examina todos los días, cansa. Es demasiado crítico en el peor sentido de la palabra. Vamos, que somos muy «jodíos».
–¿Preparada para ser más pobre?
–Tengo costumbre: fui pobre de pequeña. Yo lavaba en el río.
–Vienen tiempos de grandes recortes. ¿Qué recortaría usted?
–No estaría mal que los políticos recortaran sus sueldos, para dar ejemplo.
– «La aguja viste a los demás y permanece desnuda» (Proverbio vasco).
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