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El gran amigo por Alfonso Ussía

La Razón
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Ahmadineyad es un personaje querido por nuestras izquierdas. Tiene todo para ser receptor de tan unánime afecto. Sus grandes aliados internacionales son los Castro, Chávez y el norcoreano de turno, sin olvidar a Evo Morales y la peronista del bótox. Para colmo de virtudes, lleva bastante avanzado su programa atómico con el fin de hacer desaparecer a Israel del mapa. Un hombre avanzado, de progreso.

Si el párrafo anterior carece del suficiente contenido para comprender la admiración y cariño que nuestras izquierdas sienten por el dirigente iraní, bueno es recordar su profundo odio hacia los Estados Unidos y el mundo occidental. Ese recuerdo convencerá a los más reacios a reconocer su liderazgo mundial, su lucha por el proletariado y su objetivo de exportar a las naciones libres de Occidente la sana, recomendable y pacífica Revolución iraní. No obstante, si yo fuera de izquierdas, me mostraría algo más preocupado que algunos entusiastas.

Fue Evo Morales el primero en manifestarlo, y en los medios de comunicación afines al PSOE e Izquierda Unida, apenas concedieron importancia a su manifestación. El eximio líder cocalero y Presidente de Bolivia aseguró, ante una nutrida representación de todas las etnias de las selvas y el altiplano, que entre los indígenas bolivianos no hay homosexuales. Que la homosexualidad, ese asco, es producto de la alimentación y la degeneración social de los llamados países del primer mundo, los desarrollados. No obstante, Evo Morales, al que ningún homosexual masculino, lesbiana o simplemente feminista progresista replicó, no encarcela a los homosexuales, detalle que hay que agradecerle. Los desprecia, pero no los tortura.

Ahmadineyad es más peligroso. Lo ha dicho en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, que se había permitido la licencia de poner en duda la situación de las libertades individuales en Irán. Es decir, que no se trata de un comentario en familia o entre amigos contando chistes persas. «La Homosexualidad es un comportamiento adquirido durante o después de la pubertad, y por lo tanto, es antinatural, cambiable, anormal e inmoral». Pero como el que lo ha dicho es uno de los faros que iluminan el rumbo de las izquierdas, aquí nadie ha dicho ni mu.

Y hora es que alguno se atreva a hacerlo. En Irán, la gran Persia, y en algunos países gobernados por el Islam, la homosexualidad no es sólo, como Ahmadineyad apunta una condición humana «antinatural, cambiable, anormal e inmoral», sino un grave delito que se juzga, se condena y se ejecuta con la amistosa horca. Los homosexuales de la izquierda española, tan antisemitas que no permiten que la carroza de Israel desfile en la pantomima del «Orgullo Gay», tan sólo se pueden sentir tranquilos, maldita paradoja, precisamente en Israel, donde se respetan hasta el máximo, como en todo Estado de Derecho, las distintas condiciones y opciones sexuales de la ciudadanía. Pero que insistan en admirar a quien los llamó degenerados en Bolivia, los desprecia en Venezuela, los persigue en Cuba, y los define de antinaturales, anormales e inmorales en Teherán, no parece entrar en los espacios del sentido común ni de la inteligente reflexión.

Ignoro si los homosexuales españoles están integrados en alguna organización o foro representativo. Si así fuera, me alarma su silencio. Y en caso contrario, sería de desear que un homosexual influyente tomara cartas en el asunto y recomendara a los suyos no viajar ni a Bolivia, ni a Venezuela, ni a Cuba, ni a Irán, ni a las naciones del Islam. De usted depende, señor Zerolo.