Asamblea de Madrid

El hombre que sollozaba por Ángel Del Río

La Razón
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Me gustan los hombres capaces de llorar cuando se emocionan, sobre todo si de ellos tenemos la imagen de personas pétreas, frías, insensibles a primera vista, y especialmente, si nos gobiernan. Ignacio González, ya cuarto presidente de nuestra Comunidad, arrancó su discurso de investidura ahogando su emoción en pequeños y frecuentes sorbos de agua, parando, cogiendo aire y tragando saliva. Demasiados años al lado de Esperanza Aguirre como para tenerla enfrente, de invitada, y no sentir un cosquilleo en el estómago. Desde el Ayuntamiento de Madrid, y salvo la etapa de ministra y presidenta del Senado, González ha sido su compañero de viaje en la política: número 2 de su candidatura, número 2 de su gobierno y número 2 de su partido en Madrid. Eso infunde agradecimiento y respeto, que es lo que hizo que González se emocionara en el primer tramo de su discurso. Agradecimiento a la fidelidad y la confianza demostrada por una mujer como Aguirre, a la que siempre le ha costado delegar responsabilidades, salvo en el caso de González, y respeto por que va a dar continuidad al programa de la ex presidenta, que era el programa electoral del PP de Madrid en 2011, y en el discurso de investidura no se permitió ni una pequeña iniciativa que le diera un toque personal a su acción de gobierno. Ignacio González, el hombre fuerte de Aguirre, fue en su discurso el hombre que sollozaba a los recuerdos. No siempre es necesario comenzar a gobernar con arrogancia, talante áspero y aspecto rígido. Emocionarse en tiempos revueltos, nunca viene mal. Al nuevo presidente le toca ahora fajarse en el día a día, nadar y guardar la ropa y no dejar que la melancolía le impida hacer frente a la realidad, porque preparado está para ello.