OCDE

Salvar a la generación perdida

Los jóvenes de hoy son los mejor preparados, pero se enfrentan a un futuro incierto. Los expertos creen que la crisis podría estimular su potencial

La mayoría de los jóvenes asegura que son consumistas y rebeldes
La mayoría de los jóvenes asegura que son consumistas y rebeldeslarazon

MADRID- LA RAZÓN apuesta en 2011 por nuestros jóvenes. La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), presidida por Benedicto XVI el próximo agosto en Madrid, supone una ocasión inmejorable para estudiar los retos a los que se enfrentan las nuevas generaciones. Por ello, todos los domingos un reportaje analizará sus problemas e inquietudes. Además, las entrevistas de «A la contra» darán protagonismo a aquellos llamados a ser líderes en los próximos años.

Con todo, a la juventud le ha tocado un papel ingrato a lo largo de la Historia: demostrar a sus mayores que son unos dignos sucesores. Hoy en día, cuando la generación «ni-ni» está en rápida expansión, la ausencia de ideales es una realidad y su cultura del esfuerzo se encuentra en entredicho, parece complicado romper una lanza por nuestra juventud.

Pero apenas hay que rascar para que aflore todo su potencial. «El optimista verá el vaso medio lleno y el pesimista medio vacío», afirma Leoncio Fernández, sociólogo y presidente de la Fundación Santa María, cuyo estudio «Jóvenes españoles 2010» supone una fiel radiografía de los españoles de 15 a 24 años. «Estamos ante una de las generaciones más capacitadas y con más posibilidades», añade. No sólo eso: los chicos también hacen gala de sus valores: «Primero valoran la familia. La generación de los años sesenta y setenta la consideraban una institución obsoleta».

Pero los datos dictan sentencia: nuestro país está a la cabeza de la Unión Europea en cuanto a jóvenes que ni estudian ni trabajan. La tasa de estos chicos, de 15 a 24 años, se sitúa en nuestro país en un 14 por ciento, mientras que en la UE la media es del 10,8. ¿Qué ha ocurrido? Un salto generacional. Hablamos de una generación cuyos padres alcanzaban una madurez personal y económica a edades más tempranas.

«Hay muy poca ética del esfuerzo», apunta el sociólogo Amando de Miguel. «Una minoría trabaja y estudia. Son los que salen adelante. Los que sólo estudian se esfuerzan poco. Y los que sólo trabajan, tienen poco interés. En EE UU, casi todos los universitarios trabajan y no viven con sus padres», afirma. Así, se percibe poco entusiasmo, pocas ganas por aprender. «Es una actitud vital», añade.


Aprovechar el talento
Desde la Fundación Everis recuerdan que «la cultura de arriesgar no está en el ADN de los jóvenes españoles. Muchos no entienden que tienen que tener un papel activo. Quizá, por los años de bonanza económica, se han malacostumbrado. Se interiorizó la idea de que se podía hacer rápidamente dinero fácil», asegura Marc Alba, coordinador del informe «Transforma España» elaborado por la Fundación.

«La transformación socioeconómica del país en los últimos años fue fantástica; era fácil alcanzar un estatus social», añade Alba, cuyo informe ponía acento en el futuro: aprovechar el potencial y talento de nuestros jóvenes para transformar la sociedad y aumentar la competitividad del país.

No estamos ante una situación irreversible. Las soluciones deben adoptarse desde nuestro sistema educativo. Necesita una transformación profunda. «Si comparamos la preparación de hoy con la de generaciones atrás, se ha dado un gran salto. Pero la realidad no concuerda con la puesta en valor de ese talento», afirma Alba. Y es que en nuestro sistema educativo se ha puesto énfasis en un «bombardeo» de conocimientos, pero no en «aspectos básicos» como el trabajo en equipo, la estimulación de la capacidad creativa o el desarrollo de un espíritu emprendedor. En definitiva, ser competitivo.


Tecnología válida
En este sentido, el acercamiento a las nuevas tecnologías, tan criticado a veces, es algo que valoran positivamente en Everis. En internet y las redes sociales se dan cita «elementos como trabajar en equipo, ignorar las barreras geográficas, investigar o lanzar nuevas ideas». Pero lo cierto es que el «modelo está agotado». ¿Se necesita una mayor inversión en Educación? No necesariamente: «El sistema debe repensar qué tipo de talento precisan las empresas, el Estado, etc.», afirma Alba.

Aún así, estamos ante un problema demasiado enquistado. «Los jóvenes de hoy no son ni mejores ni peores», opina Gregorio Salvador, académico de la Real Academia Española (RAE). «Pero sus fallos vienen de una legislación que les ha sido dada por los mayores», añade, en referencia a la Logse, una ley de educación «maldita» que ha «lastrado a la juventud». Salvador no se refiere sólo a errores ortográficos o a que se hable peor hoy en día que antaño –«las abreviaturas de los mensajes del móvil pueden encontrarse en textos del siglo XV escritos en latín», apunta–. Es algo más profundo: valores como el respeto y la educación se han evaporado. Algo lamentable, teniendo en cuenta, como dice Salvador, que «la juventud es una época de ilusión y esfuerzo».

Cierto es que la crisis ha supuesto un freno para las aspiraciones de muchos jóvenes. No en vano, en nuestro país, la tasa de paro juvenil ronda el 40 por ciento. Pero si algo nos ha enseñado la Historia es que los períodos de carestía estimulan el talento. Es ahí donde la juventud puede responder. «La crisis obliga a la gente a esmerarse. En la época de vacas gordas, la sociedad se ablanda. Y, ante las dificultades, se esmera», dice Amando de Miguel. «Los momentos de crisis pueden ser los mejores para afrontar cambios individuales y colectivos», coincide Alba.


Desde casa
Eso sí: el «salvavidas» para nuestra juventud no sólo ha de venir de las aulas o de un sobreesfuerzo motivado por la escasez: debe empezar desde sus hogares. ¿Se les ha mimado demasiado? «Que sólo se vayan de casa si se les compra un apartamento es desproporcionado. Es muy cómodo para ellos y un coste excesivo para la familia», dice De Miguel. Y es que las propias familias son las que «quieren tener a los hijos más tiempo con ellos». Y en los hogares se debe exigir. Como afirman desde la Fundación Santa María, «si los jóvenes no tienen expectativas de futuro es porque lo han aprendido de nosotros».

Hay que actuar rápido. «Cuanto más tardemos, más tardíamente veremos los frutos», aseguran desde Everis, donde consideran vital que los agentes políticos y la sociedad civil aúnen fuerzas. Si no, en diez años podríamos estar hablando de los mismos problemas.


¿Cómo se definen ellos mismos?
- Hay dos rasgos que destacan por encima del resto: se ven como consumistas (un 47 por ciento) y rebeldes (un 44,7), según el estudio realizado por la Fundación Santa María. Dos cualidades que pueden parecer contradictorias.
- El resto de características más destacadas serían, por orden, que se consideran demasiado preocupados por la imagen, egoístas, independientes y con poco sentido del deber.
- Con un 20 por ciento o menos de aceptación, otras respuestas indican que se ven tolerantes, solidarios, idealistas, trabajadores, generosos y, por último, maduros.
- «Los rasgos negativos aparecen con mayor frecuencia», asegura el informe. Y se considera «sorprendente» que, hablando de jóvenes, la generosidad o el idealismo sólo los consideren propios una quinta parte.