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Hay motivo por Carlos Rodríguez Braun
La izquierda tiende a ponerse estupenda cuando manda y a estupenda víctima cuando no manda. Lo vimos en los años de Aznar, cuando, con su habitual talento para la impostura, las fuerzas de la izquierda invitaron a dejar atrás los gobiernos de la derecha con el lema «Hay motivo». Ahora, perdido el poder, vuelven a la carga y, sin el más mínimo sentido del ridículo, pretenden, una vez más, disfrazarse de defensores de los obreros, y los sindicatos acaban de convocar una huelga general contra una reforma que no daña a los trabajadores.
La mayor flexibilización del mal llamado mercado laboral se ha convertido en una consigna transversal que defienden personas de las posiciones políticas más diversas, y economistas más y menos partidarios del mercado libre. Sencillamente, nadie se puede creer que un régimen intervencionista que da lugar a una tasa de paro del 23% y a una tasa de paro juvenil del 50% tenga nada que ver con la protección de los trabajadores y de sus derechos. Al revés: el antiliberalismo de nuestra legislación laboral produce este paro, que no deriva del capitalismo explotador ni de la globalización imperialista sino precisamente de aquello que la izquierda y los sindicatos aplauden con más vigor, la regulación del mercado de trabajo. En resumen, cabe criticar la reforma laboral, pero no cabe argumentar que dará lugar a grandes abusos contra los trabajadores. Al contrario, los abusos ya se han producido, en forma de millones de despidos.
Vergüenza deberían sentir, por tanto, unos políticos socialistas que ahora salen a defender a los parados, como si no tuvieran responsabilidad alguna en haberlos producido, y unos sindicatos que deberían ser conscientes de que la opinión pública y las clases trabajadoras sienten hacia ellos rechazo, y no lanzarse a una nueva huelga general que todo el mundo sabe que tiene solo una posibilidad de éxito, y es que los matones de los piquetes «informativos» consigan amedrentar a los trabajadores, y quebrantar su derecho a ir a trabajar. Si respetan ese derecho, la huelga será un fracaso monumental.
Lejos de mí pensar que no hay motivo alguno para protestar contra el Gobierno, empezando por la subida de los impuestos. Pero esta huelga, y los argumentos esgrimidos en su favor, son una broma.
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