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«La fracasada Merkel»

La Razón
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Eran otros tiempos. Cuando Zapatero cabalgaba a lomos de la victoria monclovita de 2004 y se permitía dar apoyos internacionales a sus correligionarios ideológicos urbi et orbi, rociándolos con el agua bendita de su buena baraka, hasta que visto los visto, tras apostar por Kerry, Schoeder o Chirac, a nuestro presidente se le empezó a considerar el mayor gafe planetario. Eran otros tiempos cuando, tras ganar los conservadores en Francia y Alemania, Zapatero desdeñó a sus líderes, Sarkozy y Merkel, por el simple hecho de ser de derechas, a pesar de haber basado su campaña en 2004 ansiando abrazar el eje franco-alemán. A los ojos de aquel Zapatero, Sarkozy no estaba a su altura, por eso con el tiempo volvió a apostar por otra perdedora, la admirada Ségolène. Tampoco daba la altura Merkel, a quien llamó «fracasada» tras ganar las elecciones por verse obligada a gobernar con una gran coalición.

Andando el tiempo, las tornas han cambiado. Zapatero ha tirado la toalla en España, con la soga al cuello que le ha puesto el otrora ansiado eje franco-alemán. Ya estamos en Europa, y vaya si estamos en Europa. De la cumbre de esta semana Merkel ha salido más reforzada que nunca y nuestro país más debilitado que lo que jamás estuvo. Las propuestas alemanas sobre Grecia, el fondo de rescate y la recapitalización de la banca nos han sido impuestas a todos los europeos, pero muy especialmente a los españoles. Frente al liderazgo de Merkel, nuestro presidente, que apostó por alargar su agonía por la necesidad de hacer reformas, abandona la Moncloa inmóvil, con los brazos caídos, aceptando una depreciación de la deuda española y la peor calificación imaginable para la banca de nuestro país.

Es la cara y la cruz de los liderazgos. Así es la política. Zapatero empezó su andadura cacareando liderazgo como un laureado paladín y saldrá silencioso por la puerta de servicio de la Historia. Merkel, como en su día hizo Aznar, aceptó humildemente complicados acuerdos para gobernar y posteriormente crecer. Hoy Merkel es la indiscutible líder europea que no se acerca a París sino que obliga a Sarkozy a ir a Berlín, incluso cuando la mujer del presidente francés está hospitalizada de parto. Sus dudas para solucionar la crisis europea bien es cierto que han sido constantes, pero siempre ha terminado recabando los apoyos de sus antieuropeístas socios liberales.

El gobierno que salga de las urnas el próximo 20-N, a día de hoy el de Rajoy, partirá de un liderazgo europeo que rasa el suelo, y tendrá que tomar medidas urgentes para cuadrar las cuentas, impulsar el empleo y reformar la banca, la Sanidad, la Educación, la Justicia, la energía y la vivienda. Solo así podrá levantar el vuelo en el exterior. Si a esto añadimos los muchos problemas internos que tendremos en casa, en relación con ETA, el País Vasco, Cataluña y la calle, a Rajoy no le arriendo la ganancia. Él, que empezó sin liderazgo, hoy ya encabeza las encuestas y puede convertirse en un serio interlocutor de Merkel. El camino contrario al recorrido por Zapatero. Sin duda, el más certero.