Murcia
OPINIÓN: Miedo
Han pasado ya casi tres años desde que entráramos en la crisis económica más virulenta de la era contemporánea. Y lo peor de todo es que, después de atravesar este periodo de tiempo –que, en la medida en que viene determinado por un grado de dificultad máxima, supone una medida enorme, grandísima-, la actitud de los españoles no es la de atisbar el horizonte esperanzador que permita preveer un punto de inflexión más o menos inmediato, sino que, por el contrario, la aparición de este hito en el camino se retrasa cada vez más y mas, potenciando una sensación de desánimo ciertamente insostenible.
Si, como diferentes analistas han sostenido durante los últimos tiempos, una de las causas principales de la actual crisis económica es la falta de confianza que ha impregnado cada uno de los sectores de la sociedad, desde luego el retraso sine die de la recuperación no está haciendo más que alimentarla y conducir a la ciudadanía a una situación de miedo radical. En este preciso momento, España vive inmersa en un estado de pánico, semejante al que atenaza la capacidad de raciocinio momentos antes del advenimiento de una gran catástrofe. Pareciera, incluso, que súbitamente ha cambiado la mentalidad de este país: de querer sobrevivir a este periodo de fuertes turbulencias a costa de lo que fuese ha pasado a prepararse para morir. Algunos todavía se esfuerzan en construir un sólido refugio que les permita escapar a los efectos letales del Armagedon, pero, desgraciadamente, comienza a cundir un sentimiento fatídico de dejarse llevar, de aceptar lo inevitable. Y esto es el mayor daño que se le puede causar a una sociedad: no ya el que se le arrebate el presente, sino el que ésta deje de creer en su futuro. España es, ahora mismo, una foto fija: nadie quiere moverse para no hacerse demasiado visible y convertirse en un blanco más fácil de las iras incontroladas del Sistema. Todos estamos paralizados, cual estatuas, a ver si de esta manera se olvidan de nosotros, y no pasamos a formar parte de las listas negras de la crisis. La solución por la que hemos optado es no movernos, y esperar que la inercia, la providencia, el azar o lo que fuera obren por nosotros, y nos salven, en el último segundo, de una aniquilación anunciada con miles de señales. Tenemos miedo, mucho miedo; y mientras no nos desembaracemos de él, vamos a ser un país en vísperas de la catástrofe.
*Consejero de Cultura y Turismo
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