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Cambiar de vida por Fernando de Haro

La Razón
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Dejan la banda no porque se hayan dado cuenta de que lo que han hecho es una barbaridad. Salvo excepciones no se quitan de encima la carga ideológica que les llevó a justificar el asesinato. Es una de las conclusiones más desencarnadas del excelente trabajo que durante años hizo Fernando Reinares y que hace unos meses se publicó, de forma resumida, en Patriotras de la muerte. Reinares explica que el entorno de los terroristas les permite vivir en una burbuja.

Para sus amigos, para muchos de sus familiares, son los héroes que han matado por la patria. Y cuando dejan de hacerlo no es porque se desvanezca su mundo de ficción teñido de sangre. Simplemente se hacen mayores, o quizás encuentran una pareja estable, y entonces deciden «cambiar de vida». Pero el edificio que justificaba el uso de la violencia sigue intacto. Justo lo opuesto al viaje que emprendió hace más de 20 años Félix Novales. Este antiguo Grapo relata en El tazón de hierro cómo en la cárcel se dio cuenta de que «la realidad es testaruda». Y la realidad muestra, una y otra vez, que la vida es grande, que no puede encerrarse en esquemas, que merece ser respetada, que existe el bien y el mal. La macabra abstracción etarra se prolonga entre los barrotes. Sólo eso explica que muchos presos piensen que han ganado y que merecen una recompensa. Será interesante comprobar si el plan de beneficios penitenciarios individuales, a cambio del abandono formal de la violencia, puesto en marcha por el Gobierno, deja entrar en algunas cabezas la tozuda realidad