Europa

Jubilación

Bajos fondos

La Razón
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De la CECA a la UE. De la Declaración Schuman (1950) a la admisión de Estonia en el euro (1-1-2011). Los estados de Europa que inventaron la maravillosa idea del Estado del Bienestar pensaron que les serviría para desarrollar la cohesión nacional entre sus ciudadanos, que sería el artefacto perfecto para evitar problemas sociales en una población exhausta y desmoralizada tras soportar dos guerras mundiales. El invento ha funcionado, hasta ahora. Durante décadas, Europa ha sido una isla sólida, próspera y segura en un mundo incierto. Un reducto de «civilización».
Aquí, no rechistamos cuando los bien llamados «fondos de cohesión» de la UE entraron a raudales en la caja pública española. Eso era cohesión y lo demás tonterías. Estábamos encantados de ser por fin «europeos», sobre todo si nos pagaban por serlo. Aquellos caudales de dinerito fresco podían invertirse en cualquier cosa. Incluso en corrupción. En España, en cuanto juntamos unos dinerillos, tenemos un severo problema de corrupción. La corrupción es la herrumbre de la riqueza española. Una inversión sin futuro, con el corazón de bolsa de basura rellena de billetes de 500. Aquellos altos fondos se podían gastar incluso en corrupción, digo, pero jamás en agricultura, pesca y carbón. Los agricultores franceses prefieren que nadie le haga la competencia a su incompetencia; y los alemanes ya iban sobrados con subvencionar su propia ruinosa industria del carbón –los intereses del carbón y el acero y la defensa de la agricultura francesa se encuentran en el meollo ideológico de la UE–. Gastamos el pastarral en autovías que llevarán directamente al Rocío (1650 habitantes), trenes dispendiosos directos al pueblo del ministro de turno y, en corrupción, «quod erat demonstrandum». En estos años de recesión estamos devolviéndo todos aquellos fondos. Hasta el último céntimo. Y con altísimos intereses, oiga.