Roma

Rouco reivindica la identidad católica de España

Una sola voz, la de la Iglesia joven que reza unida, se escuchó con fuerza en la madrileña plaza de Cibeles. La misa, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, fue ayer el gran acto multitudinario de apertura de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, una celebración que estuvo marcada por el constante recuerdo al Beato Juan Pablo II en medio de cerca de medio millón de jóvenes entregados con entusiasmo a la oración, pese a la calurosa tarde. De hecho, el altar, presidido por la Virgen de la Almudena, fue «refrescado» con vapor de agua y muchos voluntarios acabaron bajo la manguera en los momentos previos. 

El cardenal Antonio María Rouco Varela, durante la eucaristía de apertura de la JMJ
El cardenal Antonio María Rouco Varela, durante la eucaristía de apertura de la JMJlarazon

«¡Bienvenidos a España y bienvenidos a Madrid! La Iglesia metropolitana de Madrid, con sus diócesis de Alcalá de Henares y Getafe os abren las puertas de sus parroquias, de sus colegios… Os abren las puertas de su corazón, sentíos como en vuestra propia casa», dijo Rouco durante la homilía de acogida, lo que los aplausos de los asistentes.

Rouco hizo hincapié en la idea de que los jóvenes de las Jornadas Mundiales de la Juventud han sido, desde el año 1989, en que se celebró la de Santiago de Compostela, «peregrinos de la Iglesia. Recorren en comunión con ella un excepcional itinerario espiritual de consecuencias decisivas para el futuro de sus vidas». Por eso les animó a «ponerse en camino para un nuevo encuentro con el Señor, el amigo, el hermano, ¡Jesucristo!».El cardenal anfitrión de la JMJ estuvo acompañado en el altar por otros obispos madrileños: Joaquín María López de Andújar (Getafe) y Juan Antonio Reig Pla (Alcalá). También estuvo presente el obispo auxiliar de Madrid, César Franco, responsable de organización de esta JMJ, Josef Clemens, arzobispo secretario del Pontificio Consejo de Laicos y su presidente, el cardenal polaco Stanislaw Rylko, además de Stanislaw Dziwisz, cardenal de Cracovia y secretario personal de Juan Pablo II durante más de 40 años. Él ha sido precisamente quien ha cedido para la ocasión el relicario oficial del beato que utilizó el cardenal Rouco para bendecir a los asistentes.

En total, concelebraron la misa, en la que se hizo uso de siete idiomas, cerca de 800 obispos, arzobispos y cardenales venidos de todo el mundo, así como 8.000 sacerdotes. Durante la homilía Rouco admitió las dificultades y las circunstancias a las que se enfrentan los jóvenes hoy. «Vuestro ‘‘sitio en la vida'' tiene sus peculiaridades», apuntó el anfitrión de la JMJ para referirse a renglón seguido de «la globalización, las nuevas tecnologías de la comunicación, las redes sociales, la crisis económica...». Así definió a la «generación Benedicto XVI», momento en el cual fue interrumpido con aplausos. «Con raíces existenciales debilitadas por un rampante relativismo espiritual y moral, encerrados en el poder dominante y sin hallar sólidos fundamentos para vuestras vidas en la cultura y las sociedades actuales, incluso, no rara vez, en la propia familia, se os tienta poderosamente hasta los límites de haceros perder la orientación en el camino de la vida. ¿Cómo no va a vacilar vuestra fe?», se preguntó.

Sin miedo

Fue en este punto cuando recordó la necesidad de hacer más nuestro que nunca el lema de esta JMJ: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe». Más aún, lanzó un reto a todos los jóvenes: «¿Aceptáis llevar a cabo la nueva evangelización de vuestros coetáneos? No tengáis miedo a ser santos», les animó.En esta misma línea, y frente a la oleada laicista, recordó que «España no es inteligible sin su bimilenaria tradición católica» y se detuvo en Madrid para subrayar que «las raíces cristianas de esta ciudad, muy antiguas, siguen vivas y vigorosas». Con estas premisas, llamo a los asistentes a participar en la «nueva evangelización», por lo que requirió la necesidad de personas consagradas. Por eso, «si estos días oyes la llamada de Dios que te dice ¡sígueme! No lo acalles, sé generoso», dijo, consciente de la JMJ es un semillero de vocaciones.

Uno de los momentos más especiales que se vivieron durante la misa fueron las oraciones tras la homilía por el Papa, por los jóvenes y, en especial, por los asistentes a la JMJ y todos aquellos que sufren persecución a causa de su fe. También se pidió por los jóvenes que buscan su vocación, por que respeten el medio ambiente y se resistan a las drogas, por los artistas, por las víctimas de la violencia y por los cristianos de Tierra Santa. Durante la liturgia de la Palabra se leyeron textos de Isaías (52,7-20), el Salmo 95 y el Evangelio de San Juan (21,15-19).

Tras la Comunión, el arzobispo de Madrid bendijo las medallas con la imagen de la patrona de Madrid, la Virgen de la Almudena, que los asistentes llevan en sus mochilas y las entregó personalmente a cinco jóvenes que subieron al escenario, mientras el presidente de la Conferencia Episcopal entonaba el himno de la patrona de Madrid, cuya imagen presidía el altar.

Jóvenes en el escenario
Tras finalizar la misa, el cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio de los Laicos (el organismo encargado de la celebración de las Jornadas Mundiales de la Juventud), recordó a los jóvenes las palabras de San Pablo escogidas como lema que servirán de motivo de reflexión y oración durante estos días: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe». Rylko también dedicó unas palabras a Juan Pablo II, sobre el que aseguró que «ha regresado como patrón vuestro y como protector al que podéis confiaros; ha regresado como amigo, un amigo exigente, como a él le gustaba definirse…

Ha venido a deciros una vez más, con muchísimo afecto: ¡no tengáis miedo! ¡Optar por Cristo en la vida es adquirir la piedra preciosa del Evangelio por la cual vale la pena darlo todo! Después acabó dando el pistoletazo de salida a los actos que inundarán Madrid durante toda la semana: «¡Queridísimos jóvenes!, ¡la JMJ ha empezado!».

En una veintena de ocasiones le interrumpieron los peregrinos emocionados a Rylko. ¿La ovación más cerrada? Cuando afirmó que los jóvenes estos días van a «decir en voz alta a esta Europa que está dando signos de profunda desorientación para decir que sí, que la fe es posible». El broche final lo puso el coro y orquesta de la JMJ con el canto «Jesus Christ, you are my life», que se ha convertido en el himno no oficioso de todas las Jornadas Mundiales de la Juventud.


Dedicada a Juan Pablo II
El recuerdo del beato Juan Pablo II ocupó un papel importante durante la misa. De hecho, la celebración se hizo en su memoria, un hecho importante no sólo porque fue el fundador de la JMJ, sino también porque ha estado muy vinculado a España, ya que visitó nuestro país en cinco ocasiones e incluso hizo su tesis doctoral sobre San Juan de la Cruz. Muestra del reconocimiento a su figura fue el hecho de que durante el acto litúrgico se utilizó un evangeliario en el que se conserva una reliquia del beato Juan Pablo II: una ampolla con sangre (en la imagen), que sólo antes había sido exhibida en su beatificación. Es la primera vez que se exhibe en un acto multitudinario fuera de Roma esta reliquia que permanecerá en Madrid. Durante la homilía, Rouco habló extensamente sobre la «luminosa personalidad» de Juan Pablo. Se refirió a él como el «Papa de los jóvenes» con el que «se inició un periodo histórico nuevo, inédito en la relación del Sucesor de Pedro con la juventud».