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La enciclopedia impresa llega a su fin

La enciclopedia impresa llega a su fin
La enciclopedia impresa llega a su finlarazon

Los más románticos se niegan a creer que la era digital vaya a acabar por completo con el papel. Y puede que estén en lo cierto. Para ellos, el placer de leer un libro y pasar sus páginas nunca será comparable a sacar un E-book en el vagón de un tren, por muy ligero que sea el artilugio. Opiniones las hay para todos los gustos, pero los hechos son los que son. Y hoy, decir que el conocimiento está a golpe de ratón es un hecho. La empresa "Encyclopaedia Britannica"–conserva el nombre original en latín- lo sabe muy bien. Responsable de editar la enciclopedia británica, la más antigua en inglés que se publica todavía, ayer anunció que dejará de imprimir en papel, tras 244 años engrandeciendo estanterías como estandarte de la cultura.

 Sus 32 volúmenes –con encuadernación exquisita- salieron al mercado por primera vez en 1768 en Edimburgo. Destacados inntelectuales de todos los tiempos, como Sigmund Freud, Albert Einstein, Marie Curie o Leon Trotsky plasmaron en ellos su sabiduría, pero cuando se agote su edición número 15, publicada en 2010, será el final.

 orge Cauz, presidente de la compañía con sede en Chicago, recalcó que ahora el objetivo es volcarse en la edición digital ya que "ahí es donde están los lectores". Desde 1996, la empresa es propiedad del millonario suizo Jacqui Safra y, aunque su sede sigue estando en EE UU, el tipo de inglés que se emplea en los textos en eminentemente británico.

Además de la enciclopedia, la compañía produce desde hace años material didáctico para escuelas y otros productos que son la base de sus ingresos y que compensaron la caída de las ventas de su obra más emblemática. El mejor año para la edición impresa fue 1990, cuando se vendieron 120.000 ejemplares. El número se redujo a 40.000 tan sólo seis años después. En 2010, sólo se vendieron 8.500.

La compañía comenzó a explorar la edición digital en la década de los 70. El primer CD-ROM fue publicado en 1989 y en 1994 sacaron una versión on line. "Las ventas de enciclopedias impresas han sido insignificantes durante los últimos años"-dijo Cauz- "Sabíamos que esto iba a venir".

Quizá la noticia de su final sirva ahora para disparar el número de compradores ávidos por tener lo que dentro de unos años se considere como reliquia, un tesoro en papel que recuerde los tiempos en los que los más eruditos empleaban horas y horas frente a las estanterías de la biblioteca buscando el volumen que contestara sus preguntas.

Ahora, según Cauz el saber es mucho más "social". "Es un cambio histórico pero tiene sentido, no sólo porque la audiencia está en Internet, sino también porque ese soporte permite actualizar más rápidamente los contenidos. Una enciclopedia impresa queda obsoleta en el minuto de su impresión. La edición digital, sin embargo, se actualiza constantemente y los usuarios pueden enviar sus comentarios a los editores".

Britannica tiene miles de colaboradores expertos de todo el mundo, incluyendo premios Nobel y líderes mundiales como el ex presidente Bill Clinton y el arzobispo Desmond Tutu. También cuenta con una plantilla de más de 100 editores.

Para muchos era una muerte anunciada. El salto del papel a la web parece inevitable al fin y al cabo para adecuarse a los tiempos, como están comprobando los editores de libros y periódicos. Sin embargo, la desaparición de la obra escrita guarda un punto nostálgico y su final, sin duda alguna, causará tristeza entre sus seguidores, acostumbrados a bucear en sus páginas en busca de rigurosidad y sapiencia. (fin).

 


UNAS PÁGINAS QUE SALVARON VIDAS
Al enterarse de la noticia, el autor estadounidense A.J. Jacobs, dijo estar "verdaderamente compungido". El escritor intentó leerse los 32 tomos de la enciclopedia para uno de sus libros, "The know-it-all"(El sabelotodo). "La idea de que todo el conocimiento del mundo podía guardarse en esos tomos, que han marcado la vida de muchas personas, era increíble". El explorador irlandés Ernest Shackleton se llevó uno de los volúmenes (el nombre original, en latín) en su famosa expedición a la Antártida a principios del siglo XX y se cuenta que quemó una a una sus páginas para calentarse. "Esto no se puede hacer con Internet", apostilla A.J Jacobs.