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Concha Velasco: «Bromeaba con que tenía ganas de meterme mano»

Concha Velasco: «Bromeaba con que tenía ganas de meterme mano»
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El adiós a Galiardo ha supuesto para Concha Velasco la pérdida no sólo de un compañero de profesión sino de un amigo al que admiraba y respetaba. Desde Canarias, donde está presentando el espectáculo «Yo lo que quiero es bailar», explica a LA RAZÓN cómo fueron los últimos días que compartió junto al actor en el set de rodaje de Gran Hotel, la serie de televisión que emite próximamente su segunda temporada en Antenta 3.

–Galiardo siempre decía que tenía muchas ganas de trabajar con usted, que era de las pocas actrices españolas con las que no había compartido plano...
–(Risas) Sí, y lo comentaba por todos los sitios. «Quiero meterte mano», me confesaba, porque al parecer yo era de las pocas a las que no se lo había hecho. «Sólo me falta besar a Concha», insistía. Tenía un gran sentido del humor.

–¿Y lo consiguió?
–Me dio uno de anticipo, aunque la escena en la que comenzábamos bailando y terminábamos con un gran beso no llegamos a rodarla. Él, consciente de su estado de salud, me dijo: «Tengo que irme a realizar unas revisiones al hospital, así que voy a besarte ahora y dejaré otro más grande para mi regreso». Me resultará muy difícil volver a grabar y que no esté él.

–¿Cómo fueron las escenas que rodaron juntos en «Gran Hotel»?
–Maravillosas. Disfrutamos de momentos que nunca olvidaré. Él interpretaba a don Ernesto, el maitre del que mi personaje estaba locamente enamorada. Venía al plató con su papel estupendamente aprendido y, como hacemos los actores mayores, con el guión escrito a mano.

–¿Era tan presumido como aseguraban?
–Era uno de los grandes, pero no sólo por su físico sino también por su talento. En ocasiones, en los camerinos nos enseñaba la gran cicatriz que tenía en el pecho, quizá para mostrarnos que seguía teniendo un torso envidiable. Eso sí, a él le gustaba encerrarse y hacerse sus propios apliques de maquillaje y demás. Fue coqueto hasta su muerte. No quería que le tratáramos como un enfermo. De hecho, casi nadie sabía que estaba tan mal. Quizá ni él mismo lo sabía, porque hace dos semanas, cuando rodamos algunas escenas tenía intención de volver tras su paso por el hospital. Fue un toro hasta el último día.

–¿Era una persona de trato fácil?
–Tenía un carácter difícil y extraño, pero era muy agradable, siempre te hacía sentir bien. De hecho, a mí me ha rejuvenecido trabajar a su lado. Siempre me piropeaba y eso levanta el ánimo.

–¿Cómo era vuestra relación fuera de las cámaras?
–Éramos de la misma quinta y nos conocíamos desde hacía muchísimos años. Recuerdo que nuestro primer encuentro fue en la casa de verano de Alberto Closas, cuando él estaba con Juana. Daba gusto verles. Nos llevábamos muy bien y es curioso que en todo este tiempo éste era el segundo trabajo que hacíamos juntos.

–¿Cómo ha recibido la noticia el resto del reparto de Gran Hotel?
–Están destrozados. Sobre todo Manuel de Blas, que tenía unas ganas tremendas de trabajar con él.

–Aparte de la galantería e inteligencia, ¿qué destacaría de la personalidad de Galiardo?
–Como me dijo el otro día Paloma San Basilio: «Juan Luis era de esas personas que hablan como piensan». Así era él.