Burgos

Comunidad de vecinos

La Razón
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Las masas son tontorronas. Los colaboradores y partidarios de doña Trini recibieron a la derrotada ministra en las primarias madrileñas al grito de «¡Presidenta, presidenta!». Divertida ronca, peculiar berrea en el ulular unánime. ¿Presidenta de qué? A lo sumo, de su comunidad de vecinos. Gómez y los suyos le habían propinado en su trasero respingón, aquel que fuera en su juventud como un melocotón temprano, una patada dirigida a Zapatero. Y el consuelo se resumió en decirle «Presidenta», que es igual que dirigirse al señor párroco de Tubilla del Agua (Burgos) con el tratamiento de «Su Santidad».

Su llegada al Ministerio de Sanidad puede resultar mortificante para ella. A los perdedores recalcitrantes se les pierde el respeto. Su culpa no ha sido otra que obedecer al gran derrotado de este proceso primario, que no es otro que Zapatero. Pero cuando se pone el trasero por el antifonario de otro, suceden estas cosas. De la atalaya al barranco de la indiferencia hay pocos segundos de precipitación. Lo decía el inolvidable don Camilo, maestro en desaires recibidos y en cosas de culeríos. «Al amigo, el culo; al enemigo, por el culo; y al indiferente, la legislación vigente». Doña Trini es hoy un cuerpo abandonado que incita el codeo de los viandantes. «Ahí va Trini, la perdedora». De vivir el gran Rafael de León ya le habría dedicado el romance que se convertiría en copla popular. «La Perdeora», así, con sintaxis andalucera y agitanada, que ya lo dijo días atrás un reputado cantaor de flamenco: «El flamenco y la copla se cantan con faltas de ortografía». Pues ya está: «Triniá la perdeora».

Haría bien Zapatero, para los pocos meses que le quedan, llevarse a doña Trini de nuevo a un enchufe exterior. Una ministra que pierde unas primarias con un Gómez desafortunado, no puede pedir ni que le traigan un café. Lo pide y no se lo llevan. Las derrotas no son justas o injustas. La injusticia es la soledad que toda derrota conlleva. Están con ella Zerolo, Lucas y Lissavetsky, y Rubalcaba y Blanco, y Zapatero detrás, pero muy pronto se sentirá abandonada, incluso por quien le ha metido en este tinglado tan conmovedor.

«¡Presidenta, presidenta!». Bello alarido, singular mensaje. El único que no abrió la boca fue Lissavetsky, que es más soso que el arroz blanco sin sal. Se sentía dignamente hundido. Y también por precipitado. ¿Qué necesidad tenía de mojarse el pompidú a favor de Trini? Para mojarse el pompidú siempre está Zerolo, superviviente nato de reveses y contratiempos. Doña Trini ya no es candidata a nada, y me temo, que en pocas semanas, dejará también de ser ministra.

No ha demostrado nada y se ha dejado vencer, en contra de la potente maquinaria del PSOE, por un elemento que poco tiene de particular. Gómez es un invento de Zapatero. Trini es otro invento de Zapatero. Y Zapatero se ha cargado a los dos. A Gómez por desinventarlo, y a Trini por reinventarla. Zapatero ha luchado contra sí mismo, y ha claudicado ante Gómez, que durará poco, pero quizá algo más que su devastado inventor.Trini ya no es nadie.

Y todo, por agradar a una piedra que se precipita por el acantilado. Resumamos. Presidenta de la Comunidad de Vecinos. Y eso tampoco lo tiene seguro.