Literatura

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Aliento literario (III) por José Luis Alvite

La Razón
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Del autor que concibe obras profundas sobre personajes marginales y las desarrolla con un lenguaje sin concesiones comerciales se suele decir que es un escritor de culto, lo cual significa que se trata de un tipo entusiasta y sincero al que le trae sin cuidado tener pocos lectores y morirse de hambre. Es la figura opuesta a la del escritor de «best seller», que planifica su trabajo con el mismo espíritu competitivo que si se tratase de sacar al mercado una camiseta, un refresco o una raqueta de tenis. A los escritores de culto por lo general se les admira por la calidad de su obra tanto como por su inquietante manera de vivir en condiciones muchas veces próximas a la miseria. Son en cierto modo reos de su autenticidad y saben que si diesen un solo paso hacia la luz y tratasen de redimirse, sus lectores les darían la espalda porque consideran que lo coherente con una vida así no es el éxito, sino la muerte. Se espera de ellos que sucumban a vicios terribles que les mantengan en el nivel de acuciante necesidad que les empuja a escribir. Son en cierto modo víctimas de sus lectores. Saben que su público no les perdonaría jamás la redención. Hasta cierto punto, en el escritor de culto suele calar la idea de que su prestigio literario se resentiría a partir del momento en el que por cambiar sus jodidos hábitos mejorase el funcionamiento de su hígado. Es evidente que al escritor de culto sus lectores no le desean que alcance la gloria que por otra parte reconocen que merece. Es como si al escritor de culto sus lectores le dijesen: «Lo haces muy bien, muchacho, mejor que los putos triunfadores con sus grandes tiradas editoriales. Eres auténtico, ¿comprendes? Te has labrado un prestigio, pero lo perderás tan pronto mejore tu salud y por desgracia tus frases ya no sean tan sinceras como tus vómitos».