Música

Música

La moda peladilla por Lluis Fernández

La Razón
La RazónLa Razón

La moda peladilla apenas tiene diez años. Comenzó con las musculocas que se rapaban al cero o se afeitaban la calva para disimular una alopecia galopante, mientras se castigaban el cuerpo en los gimnasios neoyorquinos de Chelsea. A los cócteles de anabolizantes siguieron las depilaciones del cuerpo y toda una industria relacionada con la vigorexia. Una moda viril que ha dado seguridad en sí misma a las personas aquejadas de calvicie prematura. Guardiola es además de un pincel de elegancia un atractivo metrosexual desde que tomó la drástica decisión de imitar a las peladillas y pelarse.

Se sabe que Sansón fue el primer musculoso que pasó por las tijeras de Dalila y aunque se le fue la fuerza por los rizos ganó en autoestima. Freud lo relaciona con la castración, un complejo que tiene mucho de simbólico, como demostró la cantante irlandesa Sinéad O'Connor, cuya rapada de pelo y transformación espiritual anduvo de consuno. También el rumbero Peret abandonó la canción ligera por la Iglesia Evangélica de Filadelfia–y se quedó calvo. Algo parecido a Cat Stevens lo primero que hizo cuando se convirtió al islamismo fue abandonar la canción pop, pelarse y dejarse barba de integrista. El caso de Bruce Willis es curioso porque siempre fue un calvo vergonzante y se gastó una fortuna en peluquines. Al contrario que Yul Brynner, quien encontró su destino de calvo al afeitarse para protagonizar la comedia musical «El rey y yo» en Broadway. Tras diez años de calvo oriental, fue reconocido como uno de los pelados más elegantes de Hollywood. La última celebridad en mostrarse como una bola de billar ha sido Lady Gaga. Se ignora si este signo de alopecia artística ha coincidido con algún otro tipo de iluminación que no sea el foco del escenario. Nadie espera de ella una iluminación interior que la transforme en un ser tan espiritual como Madonna cuando se fue al África tropical a adoptar negritos.