Ceuta
La España plural
Las ciudades autónomas de Melilla y de Ceuta son dos modelos para las sociedades europeas. Se habla mucho de multiculturalismo y de tolerancia, y ahí están los dos enclaves, españoles desde hace más de quinientos años –sin contar con los que Melilla perteneció al califato de Córdoba–, que nos dan ejemplo de cómo se organiza una sociedad pluralista. La población de Melilla está formada en su mayoría, con un 45 por ciento cada una, por dos comunidades, una de origen español (y tradición católica) y la otra de origen marroquí (y tradición musulmana). Son ciudades arquetípicamente mediterráneas, de las pocas, al menos en la parte occidental, que niegan el corte entre el norte «cristiano» y el sur «musulmán».
El experimento es posible porque está sostenido por una urdimbre liberal, es decir democrática. La convivencia entre culturas y religiones, la libertad individual, los derechos de las personas no se dan fuera de esa tradición. Macarena Gutiérrez y Luis Díaz, nuestros dos periodistas retenidos durante más de cinco horas por querer informar de lo que ocurre del otro lado de la frontera, lo saben por experiencia. Un intento por exportar los usos democráticos y liberales fuera del recinto de la ciudad de Melilla ha acabado en comisaría.
Melilla y Ceuta resultan útiles al régimen de Marruecos porque permiten aliviar las tensiones internas: tal vez la escalada de tensión del último mes se pueda comprender así. También constituyen un problema porque la cercanía de dos enclaves democráticos –y mucho más prósperos– resulta un ejemplo demasiado llamativo de sociedad liberal. Por eso Melilla y Ceuta están sometidas a una presión constante, aunque no siempre ejercida de la misma manera, por parte del régimen autoritario de Marruecos. Prioridad número uno del Gobierno español es defender las dos ciudades: por españolas y –lo que es lo mismo– por democráticas, libres y pluralistas.
Es cierto que el Gobierno español, sea cual sea su color político, tiene que tener en cuenta la complejidad de las relaciones con nuestro vecino. En Marruecos se juega buena parte de la seguridad de los españoles, porque el terrorismo islamista está dando allí una batalla sorda pero crucial. Marruecos es crucial también en el tráfico de drogas y en la inmigración. En los tres asuntos, en particular en el primero, el régimen marroquí adopta la posición de garante de una cierta estabilidad. Aun así, por muy grande que sea el poder del régimen marroquí, los intereses de los españoles no son exactamente los de Mohamed VI y su régimen. No lo son en estos tres aspectos y mucho menos en cuanto a Melilla y a Ceuta. Lo que para el régimen marroquí es una palanca y una válvula de escape, para nosotros es una prioridad absoluta. Para defenderlas tenemos muchos recursos, desde los intereses económicos y los flujos de población hasta las Fuerzas Armadas y la Unión Europea, por muy alejada que parezca la UE en este asunto. La impresión que transmite el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero es muy otra, por desgracia.
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