Crítica de cine
El camión de la basura
De la gente bondadosa se olvida uno más fácilmente que de aquella otra que le hizo daño, tal vez porque la gratitud es menos consistente que el rencor. También es más fácil de convertir en literatura el odio que el afecto. Al escritor que se relaciona con la chica bondadosa le entran deseos de tenerla presente en sus oraciones, pero es a las chicas malas, a las perversas, a aquellas que hacen daño, a las que el artista le reserva con frecuencia los mejores frutos de su talento. Se suele representar la inspiración con la imagen angelical de una musa de largo y sedoso cabello, cuerpo estilizado y algo barroco, casi una mezcla de ninfa y de sirena, a medio camino entre la botánica y la pescadería, cuando en realidad la musa clásica es un elemento decorativo que ejerce sobre el artista menos influencia de la que se cree. Lo que hace memorable la pierna de una mujer no es su perfil estilizado, su resbaladiza y equívoca longitud de anguila, sino esa inquietante carrera en las medias por cuya desecada cicatriz de nailon se desliza a nuestra vista la sospecha de algo verdaderamente turbio. Desde la óptica del escritor aconfesional, una virgen encaramada en su peana es siempre mucho menos excitante que la imagen de la fulana amoral, sudada y lasciva que baila para una tabernaria turba de maleantes encaramada en un tonel. Por más que me tienta la idea decente de imaginar los pensamientos de la mujer modosa y decente, lo cierto es que mis reflexiones previas a la escritura me arrastran casi siempre hacia la fulana complicada, amoral, casi desvergonzada, que de paso que te llena la vida, también te la destruye. Yo no sé si está bien decir estas cosas, pero a mí las mujeres que me tranquilizan el alma siempre me resultaron menos interesantes que aquellas otras que simplemente me producen mala conciencia. He tenido siempre la sensación de que las mujeres que llenaron mi vida fueron a menudo las mismas que vaciaron mis bolsillos, así que muchas veces he pensado que a la gloria literaria se llega a veces por el mismo camino que a la ruina económica. Y no se trata solo de una gratuita exaltación del hedonismo como desencadenante de la pulsión artística. Aunque admito que las cosas se ven muy bien desde la altura moral del púlpito, en mi caso la experiencia me dice que la vida se entiende mejor cuando se contempla la realidad desde el pescante del camión de la basura.
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