Conciertos

FIB: quién dijo crisis

Laura Martín tiene 26 años, trabajaba en PC City, una cadena de informática que ha cerrado sus tiendas en España hace un mes. «Llevaba cuatro meses ahorrando, pero con la indemnización por el despido he podido reunir todo el dinero», dice contenta, como exorcizando los males del trabajo.

La organización cree que se repetirá el éxito de 2009, con 200.000 asistentes
La organización cree que se repetirá el éxito de 2009, con 200.000 asistenteslarazon

Duerme en el camping. «Por supuesto, no podría pagarme además un hotel, aunque hubiera plazas, que no es el caso» dice. Su sueldo, «entre 700 y 800 euros al mes más comisiones», no le llegaba apenas para pagarse su piso compartido en Madrid. «El mes que compré el abono del Fib tuve que pedirles dinero a mis padres». ¿Y qué les pareció? «Lo entienden: saben que hago todo lo que puedo, que trabajo y estudio, pero que no hay más. Ese es el resumen: no hay más», cuenta.

El impulso de Mercadona
Para Eduardo, logroñés de 27 años y periodista en paro, éstas son «mis únicas vacaciones. Como varios de mis amigos estamos en paro, vinimos el martes, a aprovechar la playa», y desde entonces sólo han probado bocadillos y cerveza del supermercado, así que admite que su visita no impulsa demasiado el comercio local. «Excepto el de Mercadona», asegura. «Bebemos en el camping algo más de alcohol, pero dentro no gastamos más de diez o doce euros, no tenemos. Es lo que hay», sentencia, también resignado, con una lata de cerveza en la mano. La mayor parte de su grupo de amigos de la ciudad no ha podido venir, así que él y otros dos amigos se han ido juntando con conocidos. «Y conocidos de conocidos. Y desconocidos». Eso se nota en esta edición: las pandillas de españoles son menos numerosas que las de extranjeros. A pesar de todo, y si las cifras de la organización son ciertas, el público se divide al 50 por ciento entre nacionales y foráneos. «Creo que nosotros hacemos un doble esfuerzo porque es nuestro espíritu, pasarlo bien», dice Ricardo, 29 años, administrativo. «Necesitamos divertirnos», añade, y por un momento da la razón a Vince Power, el irlandés que dirige el festival, que cree ciegamente en que la industria del ocio y la música es más fuerte que nunca.
Y hablando de crisis, el que tiene una de identidad, y grave, es Brandon Flowers, líder de The Killers, que aburrió al respetable con sus canciones, y se salvó de la quema por los temas de su banda anterior. También venían sembrando dudas The Strokes, el grupo más esperado con diferencia de los cuatro días, que consagraron su actuación a sus (por lo menos) dos docenas de éxitos y se olvidaron un poco del menos inspirado «Angles», su último disco. Aunque Julian Casablancas parezca su propio «celebrity», sin quitarse las gafas de sol ni la cazadora, se metió al público en el bolsillo sin dejarse «Last night», «NYC Cops», «Reptilia», «You only live once», y a vivir de las rentas. Canciones a plazo fijo. Y cuando ya habían interpretado al completo «Is this it» dejaron de sopetón el escenario con el siempre elocuente «Take it or leave it», algo así como «lo tomas o lo dejas». Y quedaba la (un poco) arrinconada sesión de James Murphy, que, simplemente fue hilo de seda.