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Esteban pa president

La Razón
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En ocasiones uno se ve en campo arrasado, de espaldas a una flamígera puesta de sol, mordiendo un nabo y exclamando «¡A Dios pongo por testigo de que nunca volveré a escribir sobre la Esteban!». Pero hay empeños tan complicados como mear contracorriente, y al final es imposible evitar caer en la turbulenta peripecia inane de la omnipresente, contemplada definitivamente como un fenómeno sociológico que es ya objeto de estudio por sesudos científicos y mentes privilegiadas. Ahora se culmina su fulgurante trayectoria poniéndole una guinda al pollo con el estreno de un documental de pretendido rigor histórico entre la persona y el personaje: «La princesa del pueblo», que se calza entre el género biográfico actualmente de moda, la hagiografía y el ensayo analítico, a gusto de todos los públicos en «prime time». Tesoro de chica, que donde tropieza su tacón brota el oro. Presentándose a todo bombo y pandereta en plena Gran Vía. No sabe si protagonizando un cuento de hadas, una fábula de chonis, o un experimento social. El triunfo de una superviviente en el proceloso universo de los medios.

Superando hasta el escalofriante proceso de la mutación que a veces sufren en los cuentos batracios y princesas. Por eso tal vez su expresión al entrar en la gala de Palacio, más que a la de Cenicienta, recordaba a la de aquellos micos que enviaban a orbitar en el espacio para estudiar los efectos físicos del cambio gravitatorio.

Puede ser que su incontestable éxito entre el pueblo sea porque representa la posibilidad de alcanzar la celebridad sin necesidad de preparación, contando como único capital de salida la ignorancia general, los malos modales y el temperamento irritable. Una forma de hacer carrera difícil de explicar. Pero ha de ir con cuidado, porque ahora cuando pregunte «Espejito, espejito, ¿quién es la famosa más visitada en las páginas de internet?», se tiene que aguantar oyendo: «Sara Carbonero». Con un palmo de Pantene.