El «aquelarre» etarra

Dividir a ETA

La Razón
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Nunca me he creído esa estrambótica teoría de que «ETA no miente», que abunda en el rocambolesco mito del asesino honrado, pero quienes se la toman en serio para interpretar en clave de negociación los explicables –aunque injustificables– movimientos de Interior con los presos de ETA, deberían releer el último comunicado de la banda y reparar en esa alusión explícita que hace a «los intentos del Gobierno de provocar una escisión» a la cual le seguía una apostilla desgraciadamente realista: «No lo han logrado ni lo lograrán». Independientemente de lo que diga ETA, esa «política de división» ha sido en realidad la que ha tenido siempre el PSOE , la que antecedió y siguió a Argel, la que simultaneó con los gales y la que interrumpió Zapatero creyendo el fruto maduro. Hoy, Rubalcaba no está practicando zapaterismo sino felipismo puro. El problema es que también esa política de división fracasó tanto como las de negociación. Recuerdo una reunión de Ramón Jáuregui a comienzos de los noventa con el Movimiento Pacifista en la que nos insistía: «Si es que está gente está cansada; si es que lo quieren dejar y hay que ayudarles». ¡Quién iba a decirle a Jáuregui que todavía quedaban Lizarra y la Euskadi de los escoltados! Yo creo que el pobre hombre confundía su propio cansancio con el de ETA. Lo malo es que esa confusión creó escuela.