Moratalaz

Porque tenemos memoria

EL HOMENAJE DE LAS VÍCTIMAS>> Ángeles Pedraza >> Pilar Elías >> Maite Pagazaurtundúa >> Daniel Portero Artículo de Francisco Marhuenda

Porque tenemos memoria
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MADRID- ETA no iba a quedarse ahí. Diez días antes, un Ortega Lara, trapecista de vida y muerte tras un año encerrado en un zulo, aparecía ante la sociedad española. O lo que es lo mismo: el Estado español había ganado el pulso al chantaje de la banda.

ETA estaba ahí. El 10 de julio de 1997, los españoles desayunaban su campaña veraniega: dos bombas habían explosionado en Gerona, cerca de la playa Fenals y la cala Banys, y otras dos fueron desactivadas por la Guardia Civil en la vía férrea que une Blanes y Malgrat del Mar. Y un entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz, negaba una supuesta colaboración de su partido con Interior durante el Gobierno de González para destruir a la banda terrorista. «Es una información impresentable». Así de radical fue su desvinculación con su supuesta política respecto a la banda en un momento en que las Fuerzas de Seguridad del Estado extremaban sus medidas de seguridad por todo el país. Para evitar lo que aquel día nadie pudo. Porque nadie sospechaba que un concejal de 29 años de un pequeño municipio de Vizcaya iba a ser el objetivo. A las 18:00 horas de aquel día, la emisora Egin Irratia dio la primicia de su fuente más fiable: o el Gobierno acercaba a los presos etarras a las cárceles del País Vasco, en un plazo de 48 horas, o Miguel Ángel Blanco sería asesinado. Dos horas aproximadas de inconsciencia desde que el concejal cogió el tren en dirección a Éibar para volver a su trabajo en Eman Consulting. Al salir de la estación, la etarra Irantzu Gallastegui abordó al concejal hasta el coche donde se encontraban sus colegas Francisco Javier García Gaztelu, «Txapote», y José Luis Geresta Mujika, para llevarlo a un lugar sin estación de vuelta.

El entonces ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, estaba comiendo al lado del Ministerio. La primera llamada, al salir. «En el despacho vi la confirmación de qué se trataba», recuerda. «Tuvimos una reunión urgente a la que nos convocó el presidente del Gobierno, en Moncloa». Inmediatamente después Mayor Oreja tuvo que comparecer ante los medios en la que asegura la situación «más complicada que he tenido en mi vida». Transmitir que que España no cedería ante ETA al mismo tiempo que debía elegir sus palabras para que no resultasen «provocativas o insultantes contra los que aún tenían a Miguel Ángel secuestrado y con vida».

Mayor Oreja sabía que querían cobrarse la pieza de la liberación de Ortega Lara y que ETA cumpliría su sentencia. Tenía muy reciente lo que había costado encontrar el zulo donde estaba secuestrado Ortega Lara y los siete meses que transcurrieron desde la primera pista hasta localizarlo. Sabían que en 48 horas era muy poco tiempo. Luchaban contra un reloj. «Desgraciadamente, lo habían sentenciado desde el principio».

Inmediatamente, el ministro se reunió con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para encontrar al secuestrado. C. M., entonces jefe de equipo de las Fuerzas de Seguridad del Estado, recuerda que aproximadamente 3.000 guardias civiles se repartieron como piezas por el puzle hasta quedar encajadas. «A mí me encuartelaron en Intxaurrondo para darnos instrucción. Partieron Guipúzcoa en zonas y a cada equipo nos tocó un sector», explica. A él le tocó dirigir la zona de Azpeitia. «Estuvimos mirando por todos los montes, los caseríos...
Levantamos hasta las piedras. El grupo antiterrorista rural GAR nos proporcionó una ayuda innegable». A través de los walkie talkies la Benemérita recibía las órdenes y los cambios de estrategia. «Fueron días de nerviosismo total, de pensar que la vida de un niño dependía de nosotros».

Durante tres días «batieron» la zona, con unas escasas renuncias para dormir. «De vez en cuando venían coches que nos suministraban latas militares, pastillas de carne que se queman y se calientan en el suelo». No sólo les proporcionaba comida el Ejército. C.M. asegura que el espíritu de Ermua nació en las entrañas de las montañas antes de que se cumpliera el plazo. Quizá la angustia de conocer el final provocó que las personas se olvidaran de sus tendencias políticas.

El 12 de julio, a las 16:50 horas, «Txapote» descerrajó dos tiros con una Beretta del calibre 22 en la nuca del concejal. «Fue angustioso, empezamos a echarnos la culpa».

Mayor Oreja se dirigió hasta el hospital de Aranzazu en cuanto se enteró. «Lo vi vivo, con la cabeza vendada, todavía conectado al respirador. Los médicos nos dijeron que era irreversible. Justo cuando salí del hospital me dieron la noticia de que había muerto».

Nicolás Redondo era secretario general del PSE. «Mis recuerdos se concretan en imágenes. Cuando me lo anuncian y no me lo creo. Cuando veo al padre en el portal de la casa y se le cambia la cara cuando se lo cuentan los periodistas. Y cuando vi a Iturgaiz anonadado, mirando al infinito intentando comprender».

Una semana antes, el que era presidente del PP vasco, Carlos Iturgaiz, había quedado a desayunar en el Kabe para conocer al nuevo concejal de Ermua. Era la primera vez que Iturgaiz le veía, la segunda sería ya en el hospital de San Sebastián. «Guardo un recuerdo muy cariñoso. Me contó que quería hacer un polideportivo, que luego fue inaugurado con su nombre. Me dijeron que él era el futuro, porque era un chaval ilusionado con trabajar por su pueblo. Quería incentivar la vida municipal, para atraer a la juventud. No estaba en política para colgarse medallas, lo hacía por vocación. Apenas cobraría unas dietas de 200 o 300 pesetas, creo». El dirigente estaba en Pamplona cuando le informaron del secuestro, viendo los sanfermines. Vestido con el pañuelo y el fajín de las fiestas, se montó en el coche y comenzó a llamar a su secretaria, a la Ertzaintza, y a la casa de Miguel Ángel mientras se iba apagando la batería de su móvil. Los periodistas ya habían llamado a la casa, pero nadie les contaba qué sucedía. Iturgaiz sintió al otro lado del teléfono la angustia de una madre que no sabe dónde está su hijo: «Hemos llamado al trabajo y no puede ser, no ha llegado, él siempre coge el tren a la misma hora. ¡Dios mio! ¿Dónde está?». Nadie lo supo entonces. Ahora no se mueve de nuestra memoria. 

 

Reacciones
«Lo conocí una semana antes. Era un chaval ilusionado con trabajar por su pueblo»
Carlos Iturgaiz Eurodiputado del PP

«La comparecencia para anunciar el secuestro fue la más complicada que he tenido en toda mi vida»
Jaime Mayor Oreja Ex ministro del Interior

«Fueron unos días angustiosos, las posibilidades de que sobreviviera eran escasas»
Carlos Totorika Alcalde de Ermua

«Lo que pasó después tiene su explicación en aquellos días en los que la sociedad vasca perdió el miedo»
Nicolás Redondo Terreros Ex secretario general PSE

«Fue el asesinato más atroz, el que más tocó la sensibilidad y la capacidad de reacción de la sociedad»
Leopoldo Barreda Portavoz PP vasco

«Él nos dio fuerza para acabar con los comandos y nos la dará para acabar con la dictadura nacionalista»
Antonio Basagoiti Presidente PP vasco

«Se plasmó la unidad social que forzó la unidad política para derrotar a ETA sólo con la Ley»
Inma Castilla de Cortázar Presidenta del Foro Ermua

«Lo viví con indignación y con un fuerte sentimiento de rebeldía cívica. Fue un oasis de concienciación»
Cristina Cuesta Directora Fundación Miguel Ángel Blanco

«Supuso una gran decepción y una mayor tristeza. ETA demostró lo que realmente son: unos asesinos»
Antonio Miranda Hijo de Miguel Miranda, guardia civil asesinado

«Fue un principio para parar el terrorismo y para que se reconociera a las víctimas como se merecen»
Julián de la Calle Superviviente del atentado de Moratalaz (1992)

«Fue un día horrible, nefasto para la democracia. Pero fue un punto de inflexión para ETA y para los españoles»
José Vargas Presidente Acvot

«¿Por qué 15 años después los cómplices de ETA están políticamente refrendados por un tribunal?»Ana Iríbar Viuda de Gregorio Ordóñez