Estreno

Tarde con autógrafos

La Razón
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Recuerdo que con motivo de la entrevista que le hice aquella tarde al cantante Tom Jones durante su estancia en Compostela en lo más alto de su fama, una muchacha que merodeaba por el vestíbulo del Hostal dos Reis Católicos aguardó de pie cerca de nuestra mesa hasta que, acabada la entrevista y ausente ya el artista, se me acercó mientras recogía mis papeles y me dijo: «Iba a pedirle un autógrafo a ese hombre porque es mi cantante favorito. Luego me entraron dudas y al final no me atreví. Temí que me decepcionase. También supuse que podría ignorarme. ¡Es un hombre impresionante!, ¿verdad?». «Verdaderamente impresionante –admití– tanto que yo mismo estuve tentado de cambiar de sexo y pedirle subir con él a su habitación. Lo malo es que trae compañía. Viene con una negra muy alta y muy guapa que se pasa el tiempo metida en la suite que comparten». La muchacha me ayudó a recoger mis últimos papeles, aceptó un cigarrillo y tomó en sus manos una de mis cuartillas: «¿Todo esto te lo dijo él? No entiendo la letra, pero seguro que es interesante. Yo no hablo inglés, pero habría dado lo que fuese porque Tom Jones me dijese cualquier cosa que ni siquiera pudiese entender. Sería como si me hubiese confiado un secreto. ¿Sabes?, no se trata de tener intimidad con él. Lo que siento por ese hombre es distinto. Puede que sea devoción, casi un sacramento. Le admiro tanto, que si me negase un beso en la mejilla, te juro que me habría conformado con que, camino de esa suite, sin querer me diese un pisotón». Le dije que estaba muy a gusto charlando con ella pero tenía que irme al periódico a transcribir aquella entrevista. Entonces me pidió de favor que le regalase una de aquellas cuartillas, «la que tú creas que te va a sobrar al pasarlo todo a limpio». «¿Y para que quieres una cuartilla? Está escrita con mi letra, no con la letra de Tom Jones», le dije. Entonces ella alargó la mano esperando la entrega de la cuartilla: «Seguro que él miró esa cuartilla mientras anotabas sus frases, como si fuese a verse reflejado en el papel. Será como llevarme a casa el espejo de ese hombre al que adoro. Puede que para ti no signifique gran cosa, pero para mi esa letra es la mirada autógrafa de Tom Jones». Le regalé la cuartilla que aún retenía en sus manos. Nos despedimos y yo marché al periódico. Por el camino pensé que al estrechar en la despedida la mano de Tom Jones bien podría haberme llevado en la palma de mi mano el pubis autógrafo de la preciosa negra que pasó la noche con él…