Caso Bretón

Me atrevo

La Razón
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El caso de la mujer navarra que apuñaló a su marido y ha sido absuelta por un jurado popular es injusto. Hubo crimen y hay muerto, pero no hay culpable sencillamente porque la autora de la muerte es una mujer maltratada. Sin embargo, una cosa no lleva a otra. La señora llevó una vida lamentable al lado de una bestia inmisericorde que le pegó y la vejó durante años, como han testificado los hijos de forma conmovedora. La cosa recordaba a «Vía Mala», de John Knittel. El día de autos no hubo violencia física –de hecho había disminuido notablemente en los últimos años– pero continuaba el maltrato verbal. La mujer, desesperada, cogió un cuchillo y mató al marido. Resulta inexplicable que el jurado la haya absuelto sin cargos. Había homicidio («muerte causada a una persona por otra») y el muerto, por indigno que fuese su comportamiento, merecía una defensa. Me imagino qué piensan su madre o sus hermanos. Cosa distinta es la pena que el juez podría haber impuesto. Supongo que aquí hay atenuantes de sobra, incluida la enajenación mental transitoria por efecto de años de vejaciones. Incluso se podría haber recurrido a un indulto, pero dejar libre sin más a esta señora es incomprensible, salvo que socialmente el cuidado de la mujer maltratada se esté anteponiendo al valor de la vida del maltratador. Creo, sinceramente, que es esto lo que está ocurriendo. Que basta alzar la mano contra una mujer para entrar en un rango de desprecio colectivo que incluye la posibilidad de ser muerto sin consecuencias. Y que nadie se atreve a protestar por miedo a parecer machista. Yo me atrevo.