Andalucía

Reunión de amigos

La Razón
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Fue José Antonio Griñán el que pidió estrellas y mando y al que, viéndose vestido de general, le entraron ganas de invadir Polonia. Y no por oír a Wagner, que es por donde le entran estas cosas a los poetas, sino viendo la melé en la que se ha convertido el PSOE de Andalucía y las navajas traicioneras que zumban a sus espaldas. Él quería galones, nuevos compañeros de viaje y conducir un vehículo a estrenar y de repente se ha encontrado haciendo «aquaplaning» sobre la pista mientras que de él se apartan los retenes de bomberos de la Junta y del partido.
Todo le sale mal a Griñán: la deuda histórica, la competencia del Guadalquivir, las cajas, los funcionarios, el escándalo de los ERE... Toda una sucesión de acontecimientos que devoran su protagonismo y que demuestran que el presidente no leyó la letra menuda del contrato de subrogación que le entregaba Manuel Chaves. Sin cláusula de rescisión posible, ahora empieza a notarse que le falta mala leche para jugarse los cuartos con sus compañeros de partida y que le sobra inmodestia para pedir un poco de ayuda.
El último pulso se lo ha echado, a cara de perro y en medio de las rotativas, el secretario provincial de Cádiz, Francisco González Cabaña. El mismo que dio la espantada cuando Griñán quiso meterlo en la Ejecutiva regional y que ahora lo puentea acudiendo a las rodillas de Chaves para echar a escondidas a la alcaldesa de Jerez. Las declaraciones de Cabaña sobre el asunto no dejan lugar a equívocos y ponen a Griñán en una situación imposible como líder y como secretario general. Ha sido acusado de decretar el estado de excepción en Jerez y avisado de que será él personalmente quien se coma el marrón del fracaso de las próximas elecciones. Como lo define Pilar Sánchez, tras insinuar oscuros intereses personales de Cabaña para mangonear en la provincia, un «espectáculo bochornoso sin precedentes en España en todo el partido», estando en juego Jerez, pero sobre todo la Diputación de Cádiz.
Así las cosas, en éste ver quién mea más largo sin que Griñán se decida a hacerlo en público, la gente de su equipo ha calificado la maniobra de traición como una reunión de amigos que se junta en una venta a comer pollo. Puede ser. Pero es a Griñán a quien despluman para cocerlo después de las municipales.