Finanzas

Stop populismo por Alfonso Merlos

La Razón
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La demagogia tiene las piernas muy cortas. Y suele calar ante las masas cuando éstas se hallan debilitadas o desconcertadas. Valga esto para explicar el inevitable aunque arriesgado camino que se está recorriendo a velocidad de vértigo para poner freno a un drama que ha estallado generando una pavorosa y sin embargo descomedida alarma social.
Naturalmente que nos hallamos ante un intento legítimo, una reacción instintiva, humana, casi caritativa con aquellos que se han visto atrapados por un maldito contrato y pueden caer de repente en un pozo sin fondo. Obviamente los políticos están para arreglar problemas y no crearlos. Pero ¡ojo!, porque es más que probable que para apagar un gran incendio acabemos empleando métodos que puedan acabar pegándole fuego a parte del bosque. La inseguridad jurídica que se puede crear, el destrozo en el ya maltrecho mercado del alquiler, el siete que se le hace al sector de la compra-venta, la repercusión de los costes que harán los bancos sobre sus clientes, el vaciamiento extra de las ya descapitalizadas entidades financieras… son tantos y de tanto fuste los ventanales de incertidumbre que se abren que seremos unos pardillos, unos insensatos y unos indocumentados si no hacemos un análisis del brutal riesgo que reviste para el interés general cualquier clase de moratoria que favorezca a los menesterosos. Y el Gobierno está obligado a hacerlo. Un papanatismo propio de las sociedades en crisis está llevando a no pocos españoles a subirse a una ola de populismo en favor de los desahuciados que Dios sabe qué clase de espuma provocará cuando rompa. Para entonces, sería interesante que además de buscar un plan de rescate para los pobres, pensáramos en otro para echarle un cable a las clases medias: a quienes se siguen deslomando, son machacados a tasas, vapuleados a impuestos, y trabajan como cosacos para pagar religiosamente la cuota de su piso cada día 31. Son los verdaderos paganos y las reales víctimas de la depresión.