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El dilema de Clegg
Pese a reconocer su decepción por el veto de Cameron en la UE, mantiene el Gobierno de coalición
Se hizo esperar, pero Nick Clegg apareció ayer finalmente en escena y su actuación fue estelar. El viceprimer ministro británico –el mismo que siempre había dicho que no había que separarse de Europa, sino que había que liderarla– señaló que el veto de David Cameron al pacto europeo era «malo para Reino Unido», ya que podría dejar al país en el «aislamiento y la marginación más absoluta», poniendo así en peligro los intereses de la City en vez de salvaguardarlos.
Durante las negociaciones de Bruselas se ha hablado mucho de la situación tan delicada en la que se encuentra el «premier», atacado por el eje franco-alemán y presionado por los «tories» más euroescépticos. La figura del «número dos» del Ejecutivo quedó relegada a un segundo plano, pero Clegg tiene ante sí otro dilema no menos importante.
Por un lado, sabe que un Gobierno de coalición sin fisuras es de vital importancia para la economía y la política de las islas. Pero por otro, la cuestión europea siempre ha sido la impronta de su partido y los liberal demócratas no pueden creer que Reino Unido se haya quedado ahora al margen. Sus filas están decepcionadas con él –y no es la primera vez– y a muchos les preocupa que su figura haya sido minguneada para calmar los ánimos de los «tories» más radicales. Por eso, aunque en un principio había dicho que la coalición estaba unida con respecto al veto del viernes, ayer cambió su discurso y señaló a la BBC que estaba «amargamente» decepcionado por el resultado de la cumbre.
El viceprimer ministro no hizo acusaciones directas hacia el líder «tory». De hecho, reconoció la situación tan complicada en la que se encontraba ante la «intransigencia» de Merkel y Sarkozy y las demandas de los conservadores más euroescépticos. Sin embargo, sí cuestionó su actuación y su destreza a la hora de reunir apoyos, e indicó que debía haber «vuelto con algo» para mostrar al Parlamento.
Sin «plan B»
Cameron siempre se ha caracterizado por su capacidad para alcanzar acuerdos. Sus modales de Eton y su don de gentes sirven como eficaz herramienta de negociación y el hecho de que no haya sacado sus armas en Bruselas es lo que ha molestado enormemente a Clegg.
El líder liberal demócrata considera que el «premier» debía haber preparado un «plan B» que le hubiera servido, al menos, para ganar tiempo y barajar otras opciones. El círculo más cercano al «número dos» del Ejecutivo británico fue menos diplomático y aseguró que Cameron no ha liderado a su partido, sino que se ha dejado llevar por los intereses de sólo un sector. Y no fueron las únicas críticas que recayeron sobre el papel desempeñado por el «premier» en Bruselas.
El mismo ministro conservador de Justicia, Ken Clarke, calificó de «decepcionante» y «sorprendente» la actuación de su líder. El dominical «The Observer» advertía ayer de que la coalición se encuentra en su punto más crítico desde su formación hace ahora 19 meses. Sin embargo, se antoja difícil que vaya a romperse. Entre otras cosas porque ni los conservadores ni los liberal demócratas tienen ahora posibilidades para conseguir buenos resultados en unas elecciones adelantadas.
De manera que los intereses electorales y partidistas se impondrán a las muchas diferencias que les separan, la más grave escenificada este fin de semana tras el veto que ha llevado a Reino Unido a la mayor soledad que recuerda desde su ingreso en la Comunidad Europea en 1973.
Los socios del Gobierno británico tendrán, eso sí, que sentarse a solventar el problema y a limar sus diferencias, sobre todo de cara a los mercados, ya que, pese a los aplausos que se escucharon el pasado viernes en la City, son muchos los analistas que ahora temen que se pueda perder más de lo que se vaya a lograr ganar. Por todo esto, el discurso que Cameron tiene previsto dar hoy ante la Cámara de los Comunes será de capital importancia. La libra esterlina se juega mucho y los países de la eurozona ya han puesto este fin de semana sus cartas sobre la mesa.
Un gobierno y muchos desencuentros
- Recortes sociales
El ahorro de 90.000 millones en recortes sociales planeado por Cameron enfureció a los liberal demócratas.
- La ira de los universitarios
El Gobierno triplicó el precio de las tasas universitarias, algo a lo que se había opuesto Nick Clegg durante la campaña electoral.
- La Sanidad, campo de batalla
Cameron suavizó la reforma del Servicio Nacional de Salud tras amenazas de dimisiones en el partido de Clegg.
- Reforma de la ley electoral
En las elecciones locales de mayo, el partido de Clegg se hundió y los «tories» subieron. Ese mismo día, los votantes rechazaron la reforma de la ley electoral propuesta por los liberal demócratas.
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