España

Elogio a la Sevilla de siempre

EL AMBIENTE de La Cartuja creció ayer en decibelios para apoyar a Nadal y que éste resolviera la final sin necesidad de llegar al quinto partido. Todo ello, un día más, con la presencia de Su Majestad el Rey, y ayer de Sergio Ramos
EL AMBIENTE de La Cartuja creció ayer en decibelios para apoyar a Nadal y que éste resolviera la final sin necesidad de llegar al quinto partido. Todo ello, un día más, con la presencia de Su Majestad el Rey, y ayer de Sergio Ramoslarazon

Sevilla- Quien conozca a José Luis Escañuela, el presidente de la Real Federación Española de Tenis, jamás se lo imaginará contando chistes ni arrancándose por El Pali. Y sin embargo, es más sevillano que La Giralda. Con un matiz: está adscrito a la Sevilla, numerosa pero prácticamente desconocida fuera de las lindes de la provincia, que prefiere la brumosa prosa poética de Luis Cernuda a los sainetes costumbristas de los hermanos Álvarez Quintero. Es más probable verlo discutiendo sobre métrica en un pub de Glasgow, donde se exilió el autor de «Ocnos», que en un sarao rompiéndose la camisa a golpe de «arsa» y de «ole». Y sin menoscabo de su inmensa alegría por el título logrado, seguro que sintió ese puntito de alipori que sienten los sevillanos pudorosos en circunstancias tan ruidosas como las de ayer en La Cartuja.

Curtida en un millón de partidos de fútbol pero totalmente ajena al tenis, la afición sevillana acudió entusiástica a la llamada de la gloria. Sevilla es una dama que se entrega a quien la elogia y no pudo resistirse a su bautizo como «ciudad talismán», en una hábil campaña de mercadotecnia que enardeció al gentío pero que habría avergonzado a la masa crítica, de haber existido. El nuevo alcalde, Juan Ignacio Zoido, es un animal de la comunicación que en la investidura alzó la bandera «del talento» para sacar del pozo a una tierra ahogada por un paro superior al 30%. ¿No existe una muestra más exportable del talento local que convertirse en los bramantes extras de una película protagonizada por Nadal? Debió ser por eso por lo que se fue Cernuda a Escocia.

El héroe, Rafael Nadal Parera, sí puede proclamarse sin caer en la cursilería enamorado de Sevilla. Cuando era apenas un quinceañero, logró sus primeros puntos ATP en el «challenger» que cada mes de octubre organiza el Tenis Betis. Hace siete años, en este mismo escenario, tumbó a Andy Roddick en un duelo decisivo para que España ganase su segunda Copa Davis. Cinco meses después de su primer gran título, conquistaría Roland Garros, el templo de la tierra batida. En Sevilla, por tanto, inició una serie todavía abierta de victorias sobre polvo de ladrillo en encuentros previstos a cinco sets. Sólo Robin Soderling, en los octavos de final del torneo parisino en 2009, ha conseguido doblegarlo desde aquel lejano viernes de 2004. O sea, que estaba bien tirado lo de «ciudad talismán», pero la presencia de Nadal en el equipo equivale casi a tener dos puntos asegurados sobre esta superficie. No era tan complicado, en esta ocasión, traerle suerte al equipo local. O será que la suerte es contar con este superhéroe entre los compatriotas.

Si Sevilla presume, en fin, de proporcionar un público caliente, ¿qué decir de la hinchada argentina? Más de cinco millares de aficionados visitantes hicieron que el duelo en las gradas fuese tan apasionante como el que se desarrollaba sobre la pista. Los albicelestes, uniformados con camisetas futboleras de la selección y de los principales clubes del país, conjuraron su inferioridad numérica con una gran variedad de cánticos que sólo eran acallados por las exclamaciones que seguían a cada golpe ganador de Nadal. Un grupo de valencianos lo intentó con «Paquito Chocolatero» y la megafonía reproducía el himno oficioso de la final, una versión de «Algo de corazón», un tema del grupo argentino La Mosca interpretado para la ocasión por el cantante Álex Ortiz, pero nada impidió que los visitantes se hicieran oír: «Acá también vamos de local», pinchaban.

Ni caso. Los superpoderes de Nadal iban a hacer bueno el lema del talismán. Cuando Curro Romero, seguidor impenitente del mallorquín y presente en La Cartuja, paraba los relojes en La Maestranza, decían los cronistas que el público se iba para casa toreando. Seguro que más de uno y más de cien de los presentes ayer en el estadio que nunca fue olímpico ensayaba reveses a dos manos en el atasco que hubo de soportar antes de irse a casa. Porque no es el momento ni el lugar para echarle agua a una ensaladera que debe estar llena de champán, pero algún día habrá que hablar de los accesos tercermundistas, de las goteras y de la infrautilización de un estadio que costó 120 millones de euros. Con una eliminatoria de Copa Davis cada siete años, no hay quien amortice esto.