Navidad
Periodistas en lucha por Gaspar Rosety
Ayer, que fue día de fiesta personal y celebré mi condición de cincuentañero profesional, sentí una enorme dosis de tristeza. Coincidiendo con los mejores éxitos del deporte español, mi alma se detiene en aquellos que los disfrutan en la amargura de la soledad, de la falta de trabajo, de la impotencia para ejercer su profesión y de las dificultades para atender a sus familias.
Conozco la mirada de cuantos rodean a estos compañeros, personas que saben escribir, hablar, expresarse ante una cámara o un ordenador, profesionales de cuerpo entero, muchos de ellos amigos desde hace años; me imagino su dolor después de entregar el currículum, que no cabe en cinco folios, a los jefes de personal de veinte empresas y me llega un escalofrío cortante, como si la vida quisiera electrocutarme con el dolor cercano.
Por eso, quiero manifestar mi solidaridad mediante el recuerdo para estos compañeros que reciben por única respuesta ese amargo «ahora mismo no tenemos nada». Quiero enviarles mi cariño, igual que a los miles de universitarios a los que el drama del paro juvenil amenaza con enfriar las esperanzas por los estudios realizados. Escribo desde la memoria dolida por el tiempo que tampoco me dejaron ejercer mi oficio de hablante y escritor, por los días perdidos batiendo las calles o mirando a lo lejos buscando respuestas en el infinito mientras disimulaba en casa con una sonrisa de ciencia ficción.
Saldremos todos juntos de este infierno y que no nos quiten la ilusión porque no podrán con nosotros. Me gustaría abrazaros a todos para seguir juntos en la lucha.
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