Barcelona

Dieta mediterránea: Un patrimonio de la humanidad ignorado por demasiados españoles

Cada uno de los alimentos que la configuran posee un valor añadido para la salud y los expertos no dudan en calificarla como la mejor y la más completa, así lo ha reconocido la Unesco. Sin embargo, el ritmo de vida actual la ha desvirtuado y relegado a un segundo plano en beneficio de la comida rápida 

Dieta mediterránea: Un patrimonio de la humanidad ignorado por demasiados españoles
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No hay lugar a dudas. La dieta mediterránea no sólo cumple a la perfección con la pirámide alimentaria y es un factor clave para alargar la vida sino que, además, se puede preparar en poco tiempo y los expertos dudan en calificarla como la mejor. Este cúmulo de propiedades le ha valido para que esta semana el Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultura Inmaterial de la Humanidad, reunido en Nairobi (Kenya), la haya declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco. Con este reconocimiento no sólo ha recuperado la importancia que se merece sino que, en palabras del presidente de la Fundación Dieta Mediterránea y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, el doctor Lluís Serra Majem «ha sido un proceso muy largo, pero ahora se le dará una mayor visibilidad desde todo el mundo».


Los beneficios que ejerce sobre la salud son innumerables. Gracias a los productos que la configuran como frutas, verduras, pescado, aceite de oliva, vino, frutos secos... se ha demostrado que su consumo continuado beneficia al corazón, disminuye el colesterol «malo» o LDL y actúan como preventivos de enfermedades degenerativas y algunos tipos de cáncer. En concreto, los resultados preliminares de un estudio, presentados en octubre de este año, enmarcado dentro del proyecto «Prevención con Dieta Mediterránea», (Predimed), impulsado por investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) y publicada en la revista «Diabetes Care», revelan que las personas que siguen una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen o con frutos secos tienen un 52 por ciento menos de riesgo de desarrollar diabetes tipo II, en comparación con aquellos que siguen una dieta baja en grasas vegetales y productos animales para prevenir enfermedades cardiovasculares. El presidente de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), el doctor Javier Aranceta, asegura que «nos encontramos ante el tesoro de Alí Babá en nutrición. Cada uno de los componentes que la configuran poseen un valor especial y, en su conjunto, es la única dieta funcional que existe y si se sigue no es necesario tomar ningún tipo de suplemento adicional».

De lado
Pese a sus propiedades, la población la dejado relegada a un segundo plano eclipsada por la «comida basura». «No tenemos perdón por no seguirla, sobre todo porque aquí tenemos toda la variedad de productos a nuestro alcance», denuncia Serra. Los especialistas intentan demostrar a la sociedad que determinados platos de la dieta mediterránea también pueden ser cocinados en poco tiempo y que nada puede compararse con un grupo de alimentos tan saludables y que están tan a nuestro alcance. Por algo la población mediterránea es la más longeva. Pilar Gómez Enterría, coordinadora del Comité Gestor del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), manifiesta que la dieta mediterránea está, en la actualidad, «un poco manipulada y desvirtuada. Pese a que en los países industrializados hay una tendencia a alejarse cada vez más de las premisas de este modelo alimentario y aunque sea muy conocida a nivel internacional por su capacidad para reducir el riesgo cardiovascular y el cáncer, cada vez nos desviamos un poco más de sus premisas».


Entre la lista de factores que han llevado a esta situación, Serra sostiene que «una parte importante se debe a la falta de conocimiento y quizás del elevado precio de algunos de sus componentes como sucede con las frutas y verduras». Para García, «es más fácil hacer una comida rápida, sobre todo entre los jóvenes. Todos conocemos la teoría, pero luego aplicarlo es más complicado, especialmente si no hay facilidades en el entorno». Atrás se quedó la dieta de nuestros antepasados en la que primaban los productos vegetales, el pescado y frutos secos y poca grasa animal y lácteos enteros. La carne se empleaba para aderezar y no para hacer grandes platos. El problema reside en que este modelo mediterráneo se ha desviado hacia la carne y demasiados productos elaborados y ricos en azúcares», advierte el doctor Emili Ros, jefe de la Unidad de Lípidos del Hospital Clinic de Barcelona.

Adecuada composición
Dado que las prisas y la falta de tiempo conducen, inevitablemente, a una mala alimentación, Gómez sostiene que «es muy importante que los alimentos preparados que nos facilitan la vida por su rapidez tengan una composición adecuada. Para ello se debe suprimir la sobrecarga de grasa saturada y promocionar el consumo de verduras de temporada, frutas y pescado que, aunque en general es más caro que la carne, resulta más beneficioso». La mejor forma de educar en dieta mediterránea reside, según Serra, «en enseñar a los niños en los hogares y que los padres practiquen con el ejemplo porque si no siempre acaban comiendo demasiada pizza, perritos... Nos estamos equivocando porque siempre nos apoyamos en la idea de que sólo se hará un día, pero al final son 200 veces al año y esta práctica acaba mermando el perfil alimenticio de la población».