Crisis en el PSOE
La caridad mal entendida por J A Gundín
La iniciativa para que los diputados socialistas entregaran al Banco de Alimentos su salario del 14-N, día de huelga general, es el ejemplo perfecto de la caridad mal entendida, la que empieza siempre por los demás. La dirección del PSOE no sólo ha sido avergonzada por los presumibles beneficiarios; también ha traspasado la delicada línea que separa la solidaridad desinteresada de su utilización partidista. Tal vez se deba a la falta de costumbre, porque la virtud de ayudar a los demás no se improvisa, requiere práctica y, sobre todo, absoluto desinterés. Para empezar, los burócratas socialistas deberían saber que la caridad, la más poderosa de las virtudes, llega allí donde no llega la Justicia, a la que ni sustituye ni precede. No existe la caridad por decreto ni a toque de corneta. Es siempre una decisión personal e íntima, un gesto que nace del espíritu, no de los comités ejecutivos. No se vota a mano alzada, sino a mano abierta. Es lo que hicieron ayer los millones de españoles que asistieron a las misas dominicales, cuyas colectas irán a Cáritas. Dar en silencio, por decisión personal, en la cuantía que dicta la conciencia. A quien se da es al hermano, no sólo al pobre. Si Ferraz hubiera recordardo la definición de San Pablo («La caridad no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés...») no habría hecho el ridículo ni habría obligado al Banco de Alimentos al desagradable trance de rechazar su limosna envenenada. Al igual que el pintoreso Sánchez Gordillo confunde el apoyo social con el robo de supermercados, el PSOE equipara la caridad con la subvención, que sirve al mismo tiempo para una ONG y para quedar bien con UGT y CC OO. Dicen los datos que los españoles hemos incrementado sensiblemente los donativos desde que estalló la crisis. Pero casi nadie lo sabe. Esa es la auténtica «caritas», que en latín significa amor.
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