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La Razón
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Tres horitas de reunión a puerta cerrada, unas cuantas fotos de Annan y Adams posando con cara de turistas al lado de unos señores de los que tienen una vaga idea de quiénes son y ninguna de lo que realmente pretenden, un talón como retribución por hacer acto de presencia, y tan ricamente para casa. En el ínterin, eso que se ha dado en llamar Conferencia Internacional ha llegado a conclusiones, cosa que es de agradecer: ya que se reúnen con el dinero del Estado que por lo menos hagan como que se lo trabajan y no como patronal y sindicatos, especialistas en pasar el rato sin llegar a nada. La primera de esas conclusiones: reclamar a ETA el cese «definitivo» de la violencia, y la segunda, hacer lo propio a los gobiernos español y francés para que negocien con la banda sobre «las consecuencias del conflicto», que vaya usted a saber qué sera eso. Para lo primero, no hacía falta achicharrarse las meninges pensando nombres pomposos, ni tener al ex secretario de la ONU dando vueltas –pocas, eso sí– por Donosti; para lo segundo, lo que sobran son los representantes de un partido con responsabilidades de gobierno, por mucho que intente marcar distancias apelando al RH de la rama asistente. Al final, la cacareada conferencia ha resultado ser lo mismo de siempre, con la diferencia de que en esta ocasión, y teniendo en cuenta que Currín y compañía no se ponen el despertador por el equivalente al salario mínimo, la puesta en escena ha costado un pastizal. En definitiva, más ruido que nunca y las nueces de siempre, o si lo prefieren, mucho pollo –y muy caro– para tan poco arroz. ETA, por desgracia, ha conseguido protagonizar el spot del mes.