Murcia

OPINIÓN: Domingo de alegría

OPINIÓN: Domingo de alegría
OPINIÓN: Domingo de alegríalarazon

Tercer domingo de Adviento, Domingo de la Alegría. La espera está acabando; ya anhelamos la venida inmediata del Salvador. El próximo sábado, festividad de Ntra. Sra. de la Esperanza, entraremos en la última fase del Adviento, y nuestra mirada se dirigirá ya hacia el portal de Belén. Para que las celebraciones que llegan no se queden en mero sentimentalismo edulcorado, en solidaridad forzada, o en cenas, fiestas, luces y panderos que suenan pero no convencen, aún estamos a tiempo de preparar la llegada del Enmanuel, del Dios-con-nosotros. Porque esto es lo verdaderamente importante que hemos de esperar. Lo demás, bienvenido sea si contribuye a potenciar lo anterior, y si no, desechémoslo con decisión. Y es que... «Aunque Cristo nazca mil o diez mil veces en Belén, de nada te valdrá si no nace por lo menos un día en tu corazón».
Domingo de la Alegría. Todos deseamos ser felices y esperamos serlo cada día más. ¿Se puede ser plenamente feliz o estamos condenados a una eterna búsqueda y a contentarnos sólo con desearla? ¿En qué consiste la felicidad? ¿Buscamos la felicidad o buscamos momentos felices? Muchas preguntas. La revelación cristiana nos dice que «Dios es la felicidad», y el hombre -invirtiendo el orden- dice: «la felicidad es dios». Es aparentemente más fácil y productivo -pues es inmediato el placer que proporciona- buscar y entretenernos en momentos o fragmentos de felicidad, que son como joyas de cristal por un instante pero que poco después se hacen añicos. Cuando decimos «la felicidad es Dios» divinizamos nuestras propias experiencias y hacemos de la felicidad un ídolo. Quien busca a Dios encuentra siempre la alegría, mientras que quien busca la alegría no siempre encuentra a Dios. Sólo Dios es la felicidad para el hombre y quien encuentra a Dios encuentra la alegría de vivir, el gozo de darse, el sentido de su existir. Su corazón, que hasta ahora era un desierto donde había soledad, arena, frío, espinas y abrojos… ha florecido; la aridez es ahora manantial de agua.
Tercer domingo de Adviento, «lo viejo se abre a la novedad de Dios». Dios es «novedad». Lo profetizó Isaías, y ahora lo manifiesta ya realizado Jesús en respuesta a los que le preguntan si él es el «esperado»: «Id y anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio».
No es tiempo de lamentos, porque todo está lleno de la música de Dios y esta música suena a futuro, a Vida Nueva. Hay razones para la alegría, hay razones para la Esperanza. Cómo no alegrarnos y exultar si escuchamos hoy -dirigidas directamente a nosotros- las palabras de Isaías: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios… viene en persona, resarcirá y os salvará… pena y aflicción se alejarán».
¡Marana tha! ¡Ven Señor Jesús!


Luis Emilio PASCUAL. Capellán de la UCA