Sindicatos
Ni huelga ni estos sindicatos
Si los sindicatos hubieran tenido un mínimo de olfato o interés sobre el estado de ánimo de la opinión pública, hace años que se habrían movilizado contra el Gobierno. El descontento de la sociedad española con las políticas socialistas no ha surgido espontáneamente en estas semanas, sino que la desafección era ya mayoritaria en el arranque de la Legislatura, cuando las centrales sindicales compartían, e incluso alumbraban, las medidas económicas y sociales del gabinete. Si UGT y Comisiones Obreras se detuvieran mínimamente ahora en los análisis demoscópicos, entenderían también que los españoles no secundan la convocatoria de huelga general del 29-S y muestran un desapego mayoritario a lo que representan los dos sindicatos mayoritarios. La encuesta de NC Report para LA RAZÓN es concluyente sobre el estado de ánimo de la sociedad. Más del 63% de los españoles no se suma a la huelga, frente a sólo el 24% que manifiesta su voluntad de seguir a Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. Los ciudadanos que creen que la movilización será minoritaria doblan a los que confían en la protesta mayoritaria, y constituyen también una mayoría (47,6%) los que están convencidos de que la jornada del 29-S será un fracaso de las centrales.
Los abrumadores resultados constatan que este país no está para paros masivos ni parece dispuesto a movilizarse tras unas organizaciones discutidas y en una deriva de pérdida de prestigio social muy preocupante para su futuro. Quieran o no los convocantes, la realidad es que la huelga se ha convertido en una reválida para UGT y Comisiones Obreras, para el futuro de ese sindicalismo político que representan estas organizaciones y para los liderazgos de Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. En este punto, el sondeo de LA RAZÓN concluye que más de la mitad de los españoles cree que el actual modelo sindical debe ser rectificado.
O lo que es igual, que el sindicalismo de UGT y CCOO pertenece a un pasado que no tiene encaje en este siglo XXI. Por eso, a estas alturas no se comprendería que los sindicatos no se dieran por enterados en caso de un revés en la jornada de paro. Que se pretendiera continuar como si nada hubiera pasado sería la mejor constatación de que las castas sindicales supeditan la defensa de los derechos de los trabajadores a que su estatus no peligre.
La situación de un país con más de cuatro millones y medio de parados ha exigido de todos los agentes sociales un ejercicio de responsabilidad y de reflexión. Lejos de esa actitud de compromiso, los sindicatos han sido un freno permanente de las reformas imprescindibles que la economía española necesita. Aferrados a anacrónicos discursos y a recetas económicas vencidas, han servido de soporte al fracaso frente a la crisis del Gobierno. Es difícil esperar ya una reflexión seria por parte de Méndez o Toxo, cuando han sido incapaces de reconocer siquiera su cuota de culpa en las consecuencias de una política económica fracasada. El día después de la huelga será el momento de evaluar lo sucedido y de exigir responsabilidades.
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