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«Chuletas» en formato mp3

Desde el mp3 hasta el móvil, pasando por la Blackberry o la tinta invisible. La picaresca está en nuestras aulas.

Las webs no disimulan el «target» de este tipo de productos: estudiantes en épocas de exámenes o que preparan sus tesis
Las webs no disimulan el «target» de este tipo de productos: estudiantes en épocas de exámenes o que preparan sus tesislarazon

Estos días son propicios para comprobar que se ha copiado, se copia y se copiará en los exámenes. Lo que han cambiado son las herramientas. Los canutillos de papel enrollados en el boli y los tres garabatos sobre la palma de la mano ya son historia. Los jóvenes, siempre a la vanguardia, recurren a la alta tecnología para las «chuletas». Así lo afirma Francisco Canals que, a través de su agencia de noticias para el fraude y la picaresca, desenmascara estas prácticas. «El perfil del estudiante es muy distinto al de hace cinco años. Cualquiera puede aplicar las nuevas tecnologías», afirma. El método más económico y arraigado es el del «pinganillo tradicional». «Se trata de un auricular inalámbrico conectado al móvil. Un cómplice en el exterior te va revelando las respuestas. Puedes encontrarlos incluso del color de la piel, para que no se noten», dice Canals. Estos aparatos se adquieren en varias webs por precios que oscilan entre los 155 y los 700 euros. Algunos cuentan con un micro, del tamaño de un botón. Basta con teclear en Google «pinganillo» y «exámenes». Son «tiendas del espía», que «viven del mercado conyugal y también del espionaje en las aulas». Así, «ha crecido la oferta para estas prácticas». Y mientras, hay alumnos que hacen su agosto y «alquilan los aparatos por 60 euros al día». ¿Otros métodos? Es más barato utilizar el bluetooth de los móviles, que permite, a través también de un auricular, comunicarse. O grabarte a ti mismo en formato mp3 y luego escucharte. También es barato utilizar un rotulador de tinta invisible: escribirse en el brazo media lección que, en principio, es imperceptible. Sin embargo, en la cabecera del bolígrafo se activa una luz ultravioleta. El contacto de esa luz sobre el brazo hará legible la «chuleta». «No cuestan más de 25 euros», dice Canals. De hecho, hay todo un mundo de tintas invisibles. «Algunos se escriben el temario en folios y, ya en el examen, lo van copiando gracias al uso de la luz o de un spray revelador». Los relojes con archivos de texto o las gafas con «telepronter» –como el que usan los presentadores de los telediarios– son otros de estos «gadgets». Las tiendas incluso ofrecen «kits» para «copiones». Y las universidades, ¿están al corriente? «Muchas dicen "off the record"que cuentan con inhibidores de frecuencia para móviles». Por ejemplo, en la Universidad de Navarra «no hay normativa que regule qué se debe hacer en caso de copia». Casi siempre «se suspende al alumno» y se procura que el profesor le «disuada de copiar en el futuro», comentan desde el centro. También pueden comprarse tesis on line y personalizadas. Hay webs –«sobre todo argentinas», dice Canals– que por cantidades que oscilan entre los 450 y los 3.000 euros te escriben la tesis que desees. Incluso introducen expresiones típicas de tu país, o alguna leve falta de ortografía para no levantar sospechas. Al final, todo se reduce a la picaresca española. «Parece algo simpático, pero imaginemos que hablamos de un futuro cirujano. Éso es grave», sentencia Canals. «Si lo utilizara siempre sacaría dieces»Miriam, de 22 años, lo tiene claro. «Los pinganillos tienen una eficacia total. Si lo utilizara siempre, sacaría dieces», confiesa. Ahora bien, es universitaria y tiene poco dinero, por lo que se ve más obligada a utilizar «el manos libres del móvil». En su caso, se examinó de una asignatura que «no le entraba». Miriam llamó a su novio, que estaba en el baño de la universidad dispuesto a «soplarle».La joven se colocó el auricular, disimulado por el pelo largo –«hay profesores que te obligan a hacerte coletas», afirma–. Al final, sacó un 6,7. ¿Arrepentida? «Te sienta mal ver que el resto suspende. Pero se te acaba pasando», confiesa. También copió Javier, de 19 años, pero con la ayuda de una BlackBerry, cuya función de «chat» le fue muy útil para que una amiga le revelara las respuestas desde su casa.