Cataluña
Irredentos y apesebrados
La cabra tira al monte y el nacionalismo, cuanto mayor sea la altura del cerro, mejor. En Cataluña tenemos a un establishment separatista que amenaza con dejar cuatro euros para la educación y cuatro más para la sanidad, pero que anuncia que seguirán lloviendo millones para la apertura de embajadas. Y para dar cobertura, no sólo económica, a aventuras subversivas como la consumada ayer con fervor, entusiasmo y empuje por la Esquerra y CiU.
Se quiera ver o no, España tiene un problema con Cataluña. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo ha alentado y tendrá que responder de ello, pero ahora toca a todos repararlo. Y se ha larvado ese problema porque, más allá del resultado final de esta maratoniana ronda de consultas alegales, el presidente de la Generalitat catalana se ha puesto sin tapujos a la cabeza de la liquidación del orden vigente. El mismo orden, por cierto, que da carta de naturaleza legal al cargo que actualmente ostenta, y que legitima las competencias de las que está investido.
Con su participación en esta farsa y su voto afirmativo por la segregación, Artur Mas se declara en rebeldía contra el Estado constitucional y contra el Estado de Derecho. Es un paso más para la ruptura. Otro más, porque hay derechos fundamentales que cada día son vapuleados y arrollados por el nacionalismo. ¡Basta ya!
Ha llegado el momento de que la comunidad autónoma a la que socialistas, republicanos y convergentes han convertido en una de las mayores fábricas de parados de España se movilice contra quienes la secuestran y arruinan. Y no será fácil: la casta política se ha dotado de una fuerza de choque conformada de poderosos y apesebrados lobbys. Estos jetas, y no Madrid, son realmente los verdaderos enemigos de los ciudadanos catalanes.
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