Nueva York

El escultor Richard Serra Príncipe de Asturias de las Artes

El jurado destaca la audacia de sus monumentales obras y que invitan a la «reflexión y el asombro con gran potencia visual»

Richard Serra, Premio Príncipe de Asturias de las Artes
Richard Serra, Premio Príncipe de Asturias de las Arteslarazon

Planchas de acero que pesan toneladas pero vibran con la respiración. Enormes planos inclinados que ponen al hombre en su sitio y le dejan mirando hacia arriba. Laberintos de metal que miden el tiempo que se tarda en salir del aislamiento. Esas son las sensaciones que recorren la cabeza de muchos cuando piensan en el escultor Richard Serra (San Francisco, 1939), al que ayer le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Por su «audacia para vertebrar desde la perspectiva minimalista los espacios urbanos más significativos a escala internacional a través de obras de gran potencia visual», según el jurado, que apoyó su candidatura frente a las del director de orquesta italiano Riccardo Muti y el cineasta español Carlos Saura.El acta del jurado destaca además que sus obras «invitan a la reflexión y al asombro», y que están muy vinculadas a la mejor tradición del arte europeo. De entre sus piezas, la que mejor define su trabajo es la que ocupa la enorme «Sala Fish» del Museo Guggenheim de Bilbao, «La materia del tiempo», de enormes dimensiones. En conversación con este diario desde Nueva York, el artista, hijo de mallorquín, se confesó «muy honrado por recibir el premio en un país decisivo para su trayectoria artística». Serra afirmó que, para él, la tradición de la escultura con metal comenzó con Picasso y Julio González y se recoge después por todo el mundo. «Pero en 1982 visité España y volví a quedar impresionado con Chillida Oteiza. Me siento parte de esa tradición en movimiento, aunque mi camino fuera otro». Al margen de interpretaciones, Serra señaló que su interés «no son los objetos, sino el espacio y el tiempo, y con la necesidad de hacer partícipe al espectador». Para el escultor Miquel Navarro, las piezas de Serra están hechas de una «brutal delicadeza y reivindican el peso metafísico de la Historia del Arte». Sus composiciones encierran la Ley de la gravedad en sentido artísitico y científico, y «se relacionan con el entorno urbano». Según Navarro, «acentúan la sensación de encontrarnos ante un abismo, pero sin interferir en nuestros pasos. El hombre puede intervenir y sentir abrigo». Según el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, Serra «ha contribuido a transformar de forma radical nuestros paradigmas estéticos desde el momento en que, para él, el espacio no es un elemento dado, preexistente y neutro, sino algo que se construye y modifica y en el que nosotros no somos un elemento pasivo, sino sujetos activos».

Un lenguaje propioSerra creó su propio vocabulario, primero sobre el metal, con series como «Corten Steels» o «Torqued elipses», que fue tomando forma con verbos que sientan las bases de su lenguaje y que titulan sus piezas. El interés de Serra empezó a centrarse en la acción y el movimiento a pesar de la aparente inmovilidad de las enormes piezas, que parecen sostenidas sobre ligeros conceptos abstractos, sin soldaduras.