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La esclavitud de los cristianos

La esclavitud de los cristianos
La esclavitud de los cristianoslarazon

LAHORE- Riqba, de 9 años, nació siendo esclava, condenada a trabajar y sin derecho a la infancia. La niña nunca ha ido a la escuela y, prácticamente, su mundo se reduce al perímetro que rodea las inmediaciones de Battha Bahadurpura, donde un centenar de familias de cristianos viven y trabajan en condiciones de semiesclavitud en los hornos de ladrillo. Hace diez años, su padre, Khajal Munawar, pidió un préstamo de 150 euros para los gastos de la boda de su hermana, pero el dueño de la fábrica de ladrillos le estafó, aprovechándose de que no sabía leer ni escribir, y añadió un cero más a la cantidad que puso en el recibo. Al día siguiente fue a hablar con el capataz para explicarle el error y éste lo denunció a la Policía. Khajal fue acusado de pretender robar al patrón y fue a prisión. El «paternal» dueño se apiadó del pobre infeliz y pagó la fianza de 1.700 euros para que saliera de la cárcel, por lo que Khajal le debe ahora más de 3.000 euros. Para pagar la cuantiosa deuda se vio obligado a poner a trabajar a toda su familia. Por cada mil ladrillos que fabrican, el usurero les deduce 5 euros del total que tienen que pagarle por el préstamo con intereses. Una deuda que han contraído de por vida porque siguen precisando de pequeños adelantos para pagar los gastos del día a día.

Riqba y su hermana mayor están sentadas de cuclillas modelando el barro en un recipiente rectangular para darle forma de ladrillo. Un manto de espesa niebla cubre el área, aumentando la sensación de frío invernal. La primeras horas del día son las más duras. Hace frío y, con el estómago vacío, cuesta ponerse a trabajar.

Su padre lleva unos bidones de agua para ablandar la tierra y removerla con la pala. «La justicia no nos ampara, no tenemos derechos porque somos trabajadores ilegales. Además, como somos cristianos, los jueces siempre le dan la razón a los empresarios que son musulmanes», lamenta Khajal, mientras sacude sus sucias y ajadas manos en su shalwar-kamez. Esta situación de explotación laboral se repite en cada uno de los 11.000 hornos de ladrillos distribuidos en todo Pakistán. Según el Instituto de Formación y Empleo de Pakistán, entre 750.000 y 900.000 personas, entre las que se encuentran 250.000 menores, son forzados a trabajar en condiciones de servidumbre en los hornos de ladrillos. La inmensa mayoría de los trabajadores son cristianos, debido a su posición de minoría marginal sin oportunidad a otros empleos ni mejoras laborales. Vishaal George tiene diez años y lleva trabajando desde los cuatro en una fábrica de ladrillos en el distrito de Kasur, a las afueras de Lahore, capital del Punjab. Hace seis años Mansha, su padre, tuvo que pedir al dueño un préstamo de unos 832 euros para un tratamiento médico de su mujer, enferma de tuberculosis.

250.000 menores explotados
Para devolver el anticipo, Mansha tuvo que poner a trabajar a su hijo. «Trabajamos muy duro. Desde que amanece hasta que se pone el sol. Todavía debemos mucho dinero al terrateniente», explica el niño con mirada de resignación.

La comunidad cristiana de Pakistán, que no representa más de un cinco por ciento de una población de 80 millones, sufre exclusión social por parte de la mayoría musulmana y una creciente sensación de inseguridad por las amenazas de los extremistas.