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El día después por Fernado RAYÓN

La Razón
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Iñaki Urdangarín declarará el próximo 6 de febrero como imputado por supuestos delitos que afectan a sus actividades al frente del Instituto Nóos, una fundación sin ánimo de lucro que presidió hasta su cese a mediados de 2006. Un día después de que se levantase el secreto del sumario queda ahora claro que Urdangarín tendrá que defenderse ante la justicia de las acusaciones que le señalan como receptor de fondos públicos de los gobiernos de las islas Baleares y Comunidad Valenciana y del tratamiento fiscal que se ha dado a los mismos. Es posible –aun no está concretado– que se le acuse de malversación de caudales públicos, fraude a la Hacienda pública y prevaricación. Es decir, un miembro de la Familia Real podría ser condenado por los tribunales españoles.

La Casa del Rey, en una declaración sin precedentes, ha manifestado su respeto a la actuación de los jueces aunque, al margen de la decisión de los tribunales, la Corona ya adelantó la necesidad de que sus miembros fueran ejemplares. Quizá por todo ello es llegado el momento de que la Casa del Rey pueda defenderse de los miembros que integran la familia arbitrando medios que permitan su censura o expulsión en el caso de que uno de sus miembros fuera condenado.

Siempre ha quedado en manos del Monarca la decisión sobre las actividades de los miembros de su familia, pero la realidad jurídica y la salud democrática deberían permitir medios legales que permitan al Soberano excluir de sus constitucionales prerrogativas al consorte de la hija menor de los Reyes de España. Y es que, con la Constitución en la mano, el duque de Palma podría ser –por una carambola casi imposible– Regente del Reino: tendrían que fallecer los Príncipes de Asturias, sus hijas, y los dos hijos de la Infanta doña Elena.

Pero no se trata tanto de evitar esta rocambolesca posibilidad como de impedir que, un miembro de la Familia Real condenado, pudiera ejercer funciones que no resultaran apropiadas. Más que nunca se hace necesaria esa ley orgánica de la Corona que nuestra Constitución recoge y que, dadas las circunstancias, convendría poner en marcha para este tipo de situaciones. A veces las leyes estiman situaciones que parecen imposibles pero el tiempo termina demostrando que no solo pueden darse, sino que efectivamente se producen. No está demás preparar para el futuro para poder ganarlos. El futuro de las monarquías, no lo olvidemos, es la sucesión.

Fernado RAYÓN