Historia
Pólvora del rey
Carlos del Campo, secretario de la LFP, tiene respuestas para todo. Es un profesional, más que los presidentes a los que representa –hablamos de fútbol– y más que su presidente ejecutivo, José Luis Astiazaran. Llevó el agua a su molino cuando la AFE amenazó recientemente con una huelga porque las deudas de los clubes con los jugadores son un puñetero hábito, que, no por usual, parece reglamentario. Empieza a ser un hecho cotidiano recurrir a la Ley Concursal y reducir los débitos al 50 por ciento; es decir, dejar de pagar la mitad porque sí. Es una felonía, una canallada legal asimilada. Sin cambios desde entonces, esta partida es una huelga patronal sobre el mantel, un tapete verde indefinible rodeado de tahúres, de ventajistas, de gestores o de hombres de buena voluntad. A saber. Y lo que hace unos meses era una barbaridad, «tal y como está el país, con esta crisis»; o una arbitrariedad, «una huelga de millonarios», tal y como está el fútbol, con más trampas que una película de indios –de las praderas, no de Santander–, hoy es una salida lógica para quienes así lo definieron porque hay un partido en abierto que, según ellos, debería ser cerrado. Por un partido que puede ver todo el mundo rompen la baraja y cuando la temporada pasada eran cuatro o cinco los que se podían ver sin pasar por taquilla ni rechistaron, al contrario, ¡qué bien para el consumidor! Hoy, al consumidor, que le den. ¿Cuál es su guerra? Si el 2/3 de abril no hay fútbol, supongo que perderán quienes deploraban la huelga de futbolistas y justificaban de mil maneras lo inadecuado y salvaje del parón. ¿Qué ha cambiado? Nada. El fútbol sigue rematadamente mal gestionado por el capricho de unos señores que continúan disparando con pólvora del rey.
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